El sol luce cálidamente en el primer día del quinto mes del año. Por la mañana los parques infantiles y las zonas de picnic no tardan en llenarse de famílias cargadas de bártulos que se preparan para una jornada diferente a la rutina. Los niños y las niñas corren de aquí para allá. Los mayores discuten sobre política, fútbol y vida personal. Las comidas copiosas se sirven en cualquier mesa, después de un vermut acompañado de un aperitivo. De no ser por algunas palabras que alguien lanza al aire, parecería que los felices años 20 todavía siguen vivos.
inicio de la manifestación/autor |
Algunos petardos retumban por las calles. La masa de trabajadores y ciudadanos se arrastra, demasiado silenciosa. No hay ánimos. No hay energías. El cansancio y el miedo a las represalias se palpan en el aire. La calle Prat de la Riba no tarda demasiada en ser caminado por unos pasos rápidos y ágiles. Pronto, la marcha se encarrila hacia la calle Gasómetro. Se escucha un murmullo pero pocas voces sobresalen de la masa de manifestantes.
monumento a los héroes de 1811/autor |
Comienza la musica revolucionaria y los discursos desde el balcón del edificio, mientras continuan desfilando las banderas independentistas, republicanas y de diferentes agrupaciones sindicales. El monumento a los héroes caídos en 1811 atestigua un manso grupo de voces que comienzan a dispersarse.
marcha por la calle Prat de la Riba/autor |
Poco a poco, la rambla comienza a quedarse vacía. El cansancio puede. Los niños comienzan a ponerse nerviosos. En menos de dos horas se ha reclamado un cambio que requiere mucho trabajo. Los coches comienzan a circular con normalidad y todo el mundo se lleva a casa la incertidumbre de qué pasará mañana, cuando la rutina vuelva a abducir de nuevo las vidas. Todos sufrimos. Todos estamos expuestos a la misma situación. Todos tenemos miedo. Todos tenemos preguntas sin responder. Todos necesitamos, sin espera alguna, un verdadero cambio.