viernes, 22 de mayo de 2015

Enmascarando farolas

Paseo por las calles de mi pueblo, del cual evitaré decir el nombre. Cierto ambiente festivo, siempre forzado y oportunista, me acompaña. Ya en la plaza, un hombre se acerca con un fajo de papeles y trípticos en su mano. También evitaré decir su nombre. Y el del partido al que pertenece ¿Que por qué? Sencillamente no aporta nada al transcurso del texto. El hombre me da una palmadita en la espalda y antes de que pueda reaccionar ya ha desplegado ante mis narices uno de los panfletos que lleva encima. Me señala un punto con cara entusiasta. "Como ves, uno de los puntos de nuestro programa es que no aceptamos ningún tipo de regalos ni corrupción". "Gracias a Dios", pienso en un arrebato irónico. Él, ante mi silencio pensativo, sonríe. 
Aguirre presenta su cartel en Madrid (elconfidencial.com)

Nos alcanzan unas elecciones más. Otras nuevas. No diferentes. Sí nuevas. La campaña electoral sigue manteniendo sus estándares más clásicos desde que el mundo es mundo y la política es política. Las calles no se llenan de soluciones políticas que corrijan el error de hace cuatro años (y así sucesivamente). Tan sólo caras. Grandes, deformes, sonrientes, serias, cómplices y frías. Solamente caras. La muestra más evidente el carácter ególatra y la idiosincrasia egocentrista que caracteriza la política y su ejercicio en este país. 

"Voy a ganar el domingo", repiten unos y otras candidatos y candidatas a lo largo del extenso mapa municipal. "La ciudad necesita un alcalde y yo me presento para asumirlo", grita un candidato al mismo tiempo que agita el puño en el aire con fuerza. Creíamos que la presencia de la izquierda recuperada (CUP, en Comú-Guanyem, Podemos-Ahora, etc.) ofrecería un cambio a este panorama. Pero no. El rostro de Ada Colau enmascara las farolas de Barcelona. Igual que el de Manuela Carmena en Madrid. No puedo evitar recordar el cartel de la última campaña electoral de Mas, 'La voluntat d'un poble'. El 'president' se presentaba con los brazos abiertos y la mirada al cielo en un plano tipo 'spaghetti western'. Seguro que Clint Eastwood hubiese considerado que es un suicida por no tener las manos en las cartucheras. 

Cartel de Campaña de Ada Colau (magazineactivo.com)



Los discursos siguen esta línea plasmada en los carteles. Esperaba un discurso más limpio por parte de las nuevas alternativas, pero sin embargo han vuelto a caer en el arte de la contradeclaración. Es patético que sea un debate de campaña afirmar o desmentir que 'fulano o mengana' es ETA. Tampoco ha sido elegante el discurso-contradiscurso mantenido por Trias y Colau, llamándose mutuamente "mentirosa y ladrón". Ningún partido, con más o menos diplomacia, ha quedado exento de este 'juego de la democracia'. 

La supuesta fiesta de la democracia se encuentra en fase de 'after hour'. El nivel de las campañas políticas deja mucho que desear y el arte de la acusación rigurosa ha degenerado en una conversación de pelea en patio de instituto. Con discursos tan superficiales no cuesta entender que el manifestarse contra la corrupción sea visto como uno de los puntos del programa, cuando esto es algo que debería haber sido asumido desde los orígenes del poder y sus formas. Sin embargo aquí estamos, con una promesa de llegar al poder para corromper ni defraudar, y con las farolas de las calles enmascaradas, cono una persona muy querida dijo una vez, "de promesas que el tiempo y el viento se llevarán".Pues eso, el tiempo. El tiempo y las farolas, mudando de rostro cada cuatro años, darán su lección.