domingo, 24 de mayo de 2020

El desánimo

Hay un hombre que en las últimas semanas ha comenzado a sentarse en el descanso del escaparate de una tienda. Bebe y se echa el pelo para atrás. Se aparta la barba y bebe. Y observa los coches y la gente, que vienen y van. Los dos hermanitos que viven en el edificio de al lado se se apoyan en el alféizar de la ventana y comienzan a silbar y saludar. A la nada, porque no hay nadie que les responda. Ni siquiera las palomas a las que llaman les hacen caso. Al lado, de vez en cuando, un hombre con voz de tenor se asoma para cantar algunas estrofas que resuenan en el vacío del pato interior. Unas veces tristes, otras alegres. 

A medida que pasa el tiempo uno solo puede confirmar que la idea del desánimo siempre va ligada a circunstancias, y que estas pueden ser tanto externas como internas. ¿Piensa, alguna vez, el hombre que canta en el patio en que nadie aplaude a sus estrofas? ¿Y los hermanitos se preguntan en algún momento porque nadie les responde cuando no dejan de repetir los saludos? ¿Llora, al llegar a casa, el hombre que se sienta a beber y a mirar cómo todo su mundo pasa de largo? 

He dicho, y lo sigo creyendo, que no somos nuestras circunstancias. Pero, ¿qué hay de esos momentos en los que parece que el cielo se cierra en forma de embudo, y la sensación de cautiverio se extiende? ¿Se cansa la mente humana alguna vez de sentir ira ante la confrontación, soledad ante la autocrítica, tristeza ante la decepción? Aunque doloroso, es sublime el recuerdo de la risa mientras se llora. La imagen de la madre meciendo al bebé mientras el moribundo soldado aprieta contra su pecho una fotografía. 

Y si no hay circunstancia que pueda definir la condición de la vida, tampoco desánimo. Pero, entonces, ¿por qué dedicar estas líneas a un concepto secundario? ¿Para qué todas esas preguntas? ¿Por qué no acabar simplemente con un saludo a lo hermanitos, o un aplauso al tenor de balcón? Siento que hay cosas para las que no tengo palabras. Pensamientos para los que guardo, intactas, muchas preguntas mientras aguardo aquello que se dijo: "Entonces conoceréis como sois conocidos". 

Es de gran consuelo ese hecho; el de ser ahora, en este presente tan lleno de desánimo, conocido en un sentido de plenitud que ni siquiera uno mismo ha alcanzado ya. Porque uno mismo es demasiado inestable como para que algo tan preciado depende en tan gran manera de él. Sí creo que hay algo de cierto en esto; que no podemos aplicar al desánimo parámetros temporales, como 'siempre' o 'eterno', porque no deja de ser un mecanismo de nuestra interacción con las realidades que vivimos. Y, como vuelvo a afirmar, no definen la totalidad de lo que somos. 

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