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Revolución en la plaza Taksim (teinteresa.es) |
Las consecuencias de las manifestaciones en la conocida plaza de la antigua Constantinopla se han saldado con
dos muertos y millares de heridos, además del
suicidio de seis agentes del cuerpo de policía. Todo ello debido a que el pasado
martes 11 de junio, el primer ministro desplegó sobre la plaza sus
cuerpos antidisturbios equipados, sobretodo, con gases lacrimógenos y furgones con cañones de agua a presión. Los manifestantes respondieron de manera violenta a esta reacción del gobierno, y se negaron a abandonar la plaza, por la cual cosa se formó una
batalla campal que se postergó a lo largo de las horas. Finalmente, la policía pudo reducir los focos de resistencia y se hizo, de nuevo, con el control de la plaza Taksim.
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Las manifestaciones se convierten en batallas campales (cuartpoder.es) |
Estos hechos, además de dejar claro el
carácter totalitario del primer ministro turco Erdogan, resultan de gran relevancia para la tensa situación que se está viviendo en la actualidad. Los gobiernos de los países van adquiriendo más y más poder, y se les permiten reformas y medidas que llegan directamente a la ciudadanía y
atacan el bienestar social. Y todo ello con un arbitro, el Parlamento Europeo, que se mantiene completamente ajeno de todas estas prácticas o que incluso incita a los gobiernos a llevarlas a cabo.
La Primavera Árabe se veía como algo muy lejano ya que ocurría en países que no pertenecían al viejo continente europeo. Pero
Turquía es el puente que une la Europa de la Troika y la revolución islamista del mundo árabe en el que han tenido lugar todas esas revueltas y, en el caso de Siria contra Basher Al Assad, todavía continúan. El ejemplo turco puede constituir un ejemplo de lo que puede llegar a darse en Europa, concretamente en los países del sur del continente, los más afectados por la
crisis económica y, también, por la
corrupción y la evasión fiscal.
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Críticas contra Erdogan (vozpopuli.com) |
A Erdogan puede habérsele
acabado la paciencia, pero recordemos que quien ha agotado antes su paciencia han sido los manifestantes, quienes han vuelto a tomar la plaza
de manera pacífica y reclamando los cambios y el trabajo que no se están llevando a cabo.
La cuestión es si después de Turquía se abrirán las puertas del sur de Europa a esa tan anhelada y necesitada revolución. Por muchos presagios que puedan hacerse,
el futuro continúa resultando incierto y la austeridad se endurece cada día más. Los ánimos generales avanzan, claramente, hacia una revolución y hacia una reacción por el cambio inminentes que podrían comenzar mañana o en años. Lo que deja clara la situación de Turquía es que la crisis económica mundial se sanará antes por la
vía revolucionaria que no por los paquetes de planes y reformas que llegan desde Bruselas.
La espera, suficiente o no, siempre encuentra su punto álgido para dejar de ser espera y pasar a ser acción.
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