Señor presidente del gobierno,
soy el mayor escéptico de las casualidades y el azar. No creo en la involuntariedad de los hechos que suceden en este mundo. De la misma manera, tampoco creo en la crisis que ahora atravesamos, tal como se nos dice. Y por supuesto, tampoco en su temprana recuperación, tal como algunos pregonan a los cuatro vientos. Es más considero que, en general, todo esta situación que hemos y estamos atravesando es por causa suya, y de la gran mayoría del resto de sus compañeros políticos. Pero comprenderá que la cabeza del cuerpo es la que debe hacer frente a más responsabilidades.
Rajoy debería dimitir sin más demora (libertaddigital.com) |
Luis Bárcenas es un ladrón. Un simple y burdo ladrón que ha tenido la suerte de desenvolverse en la esfera política, donde ha podido acceder a grandes cantidades de dinero y provocar uno de los casos de corrupción de mayor importancia para la historia del país. Pero este vulgar ladrón, como he dicho, se ha deslizado durante unos años en una parte del territorio de la política en la que usted también se deslizó y lo sigue haciendo. No hablo del Partido Popular. Soy consciente de que su respuesta serían tres letras y una comunidad autónoma: ERE, Andalucía. Hablo del sistema del cual formó parte y sustentó, junto a seres como Bárcenas, y hoy, con un cargo diferente y mucho más potente que el que ocupaba antes, continúa haciéndolo.
El documento original de Bárcenas presentado ayer en la Audiencia Nacional por el presidente del diario El Mundo, Pedro J. Ramírez, constata que ya fomentó usted la especulación, la corrupción y, en general, toda esta burbuja en la que nos tiene sumisos, unos años atrás, cuando ocupaba un ministerio junto a José María Aznar. Aunque usted se niegue a hablar de ello en público, o prometa y jure una vez más que no se ingresó ningún sobresueldo, todavía no ha demostrado su inocencia. En cambio, el ex-tesorero del partido que hoy dirige con la cabeza bien alta, ha podido demostrar algo.
Pero usted sigue empeñado con su discurso. Un discurso que basa en tres pilares: su mayoría absoluta, la transparencia de sus cuentas y su legitimidad cómo presidente. La primera hace referencia a uno de los mayores errores históricos cometido en este país por la ignorancia y las características más visibles de una cultura que deja mucho que desear. La segunda, no existe, puesto que usted no ha demostrado su inocencia ni ha aclarado nada ante los ojos de nadie. Y, por lo tanto, la última no existe, porque para ser presidente de este, y de cualquier otro país, la transparencia, la sensatez y la honestidad deberían ser requisitos fundamentales de currículum.
Simplemente aprovecho este último párrafo para reclamarle y exigirle que corrija su camino. Que sea sincero con su ciudadanía y dimita. A no ser que pueda probar su inocencia. ¿A qué espera entonces? Lo que también quería pedirle es que se ahorre frases como la de hoy. Declaraciones como esta lo único que hacen es poner de relieve, aún más, su falta de cualidades y su incapacidad para ocupar el cargo que ocupa. Además de que tienen el mismo efecto que una agresión verbal en la sociedad. No se engañe usted ha sido una de las piezas que han construido esta crisis que hoy se nos vende. Este sistema que beneficia únicamente a su casta de desinteresados por el beneficio público y social. Y por último, esta estructura cuyas bases son casi cinco millones de parados, una deuda externa que roza los mil millones de euros, el riesgo de la privatización de la sanidad y la educación, los miles y miles de jóvenes que tienen que explotar sus recursos en otros países, etc.
Siéntase culpable, señor presidente. Lo es.
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