Guerra. Una guerra callejera en bruto, sin víctimas mortales, quizás, pero sí de otros tipos (daños psicológicos, heridos, etc.). Esta es la estampa que queda después de la manifestación del pasado 22-M, conocida con el nombre de "Marchas de la dignidad". Una imagen que no se corresponde a la realidad absoluta, puesto que tan sólo se muestran los actos violentos pero no las peticiones pacíficas de los dos millones de manifestantes (según la propia organización).
Se ha mostrado una realidad muy parcial del 22-M (telecinco.es) |
Una guerra que no comenzó con la primera pelota de goma disparada ni con la primera piedra lanzada, sino que el presidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio González, se encargó de comenzar días antes al equiparar los componentes ideológicos de la manifestación con los del partido neo-nazi griego, Amanecer Dorado. Estas declaraciones sirvieron como plato fuerte de unos precedentes en los que, además de la agresividad de los recortes de los derechos sociales, también planeaba la actuación de la Unidad de Intervención Policial, los antidisturbios. Los cuerpos que "garantizan" la seguridad del estado, acudían a la cita con una larga lista de casos de agresiones, torturas y otros tipos de violencias contra la ciudadanía en manifestaciones anteriores.
Tampoco acabó la guerra con el desalojo del remanente violento de los manifestantes ni tampoco con el silencio de las porras de los agentes, enfundadas en sus cintos. La delegada del Gobierno en Madrid, Cristina Cifuentes, en la noche del mismo día de la manifestación se refirió a los manifestantes como "delincuentes que han actuado con vandalismo y salvajismo". ¿Y qué pasa con la actuación de sus antidisturbios?¿Acaso no atacaron ellos de manera vandálica y salvaje?
Cifuentes debería ser juzgada por sus declaraciones (elmundo.es) |
Son sólo dos declaraciones de la larga lista de pronunciamientos que ha habido en cuanto a la manifestación del pasado sábado en Madrid. Muchas de ellas tan criminales e ilegítimas como las de González y Cifuentes. Días después, la misma delegada del Gobierno en Madrid ha asegurado que se les ha abierto un expediente sancionador a los organizadores de la protesta. Los auténticos actos vandálicos y salvajes son sus declaraciones. Por ellas deberían ser juzgados cómo criminales, dado que relacionar y acusar a un individuo o a un colectivo de compartir ideas con el nacionalsocialismo es un crimen que no debería pasar tan desapercibido como ocurre en este juego de mesa desigualado al que llamamos "democracia".
Cifuentes y González criminalizan a todos los manifestantes del 22-M y de otros movimientos de ideología pacífica que se han llevado a cabo hasta la fecha. Todo es un complot terrorista para ellos, que resultan ser las únicas víctimas de un sistema que no termina de entender que debe haber un poderoso que gobierne a su antojo sobre los débiles. Pero verdaderamente son ellos los opresores. Los que manipulan y sabotean infiltrando a torturadores y viles mercenarios en cualquier reivindicación pacífica contraria contra sus políticas. Ellos son los maltratadores y los aniquiladores de las libertades y los derechos públicos. Sólo ellos son los verdaderos terroristas. Ellos son el terror.
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