Las últimas elecciones al Parlamento Europeo dejan a la vista una Unión debilitada y envejecida, incapaz de velar por el mantenimiento y la seguridad de la democracia, igual que la República de Weimar. Aquella delicada flor que intentó crecer entre los aires de grandeza de un imperio extinguido junto a su cabeza, el Káiser Guillermo II, y la fatalidad de otro que renacía de la mano de Adolf Hitler. La democracia fue atacada por aquellos aparentes demócratas de sombrero y traje, como Franz von Papen o Kurt von Schleicher, y por una xenofobia extrema y oportunista explotada por la NSDAP y sus nazis de camisa parda.
Resulta cómico leer en las portadas de muchos diarios que el bipartidismo se ha acabado, cuando PP y PSOE continúan manteniendo sus inamovibles primer y segundo lugar, con una distancia mínima de ocho escaños sobre la tercera fuerza política más votada. Ambos partidos continúan jugando a ese maquiavélico juego al que jugaban von Papen y von Schleicher, aprovechando la falta de reacción de una ciudadanía a la que quizás le va grande la decisión de quién ha de gobernarla.
La xenofobia es la gran ganadora de las elecciones (elmundo.es) |
Sobre este terreno aparece una fuerza siempre presente, oportunista y explotadora del populismo y la demagogia. Se trata de la extrema derecha y de la xenofobia que la caracteriza. Las elecciones dejan un panorama desolador para la democracia y los inmigrantes, viendo como el Frente Nacional de LePen vence en Francia y el UKIP de Nigel Farage parece estar logrando el mismo resultado en Reino Unido. También en Dinamarca ganaron los racistas de la mano del Partido Popular Danés. En Suecia y Finlandia han logrado grandes avances respecto a elecciones anteriores. Incluso en el centro-este de Europa se ha propagado esta plaga que parece no haber hecho más que empezar. Los neo-nazis alemanes del NPD logran introducir a uno de sus líderes, Udo Voigt, en la eurocámara. En Hungría, el partido antisemita y antigitano Jobbik logra un crecimiento sin precedentes, y en Grecia, Amanecer Dorado, que hace algunos meses fue culpada de guardar una estrecha relación con los asesinos del músico de izquierdas Pavlos Fyssas, ha quedado en tercer lugar.
Es la realidad de una Unión Europea que, a falta de una democracia seria y libre de la corrupción hacia la que la conducen sus principales directores, avanza en pos del populismo y de la xenofobia, perdiendo la memoria de lo que sucedió en estos mismos lares durante la primera mitad del pasado siglo XX. Dos guerras mundiales, fruto de unas falsas democracias empobrecidas y del constante auge de una demagogia que basaba la precariedad de la cruda situación socioeconómica y en los inmigrantes como alimañas destructoras de la nación.
Los totalitarismos vuelven a aparecer en el horizonte (abc.es) |
Este es el caldo de cultivo que se está gestando en el continente y que se propaga por los diversos estados, atravesando las fronteras de los ideales de libertad y libre convivencia que parecían reinar hasta el momento en la ciudadanía. La mala gestión que los gobiernos están haciendo de la inmigración está ayudando al rápido crecimiento de esta cultura del odio que nunca ha llegado a desaparecer. Supongo que es el peligro de dejar las ascuas de la fogata encendidas y permitir que partidos como los nombrados anteriormente puedan presentarse a unas elecciones democráticas, un sistema en el que no creen y cuya defensa no sólo no garantizan proteger, sino que aseguran querer destruir. El viejo continente parece estar decidiendo el olvido de aquel episodio tan negro de la humanidad, del que siempre nos tocará lamentarnos a todos. Aunque tal y cómo está avanzando la situación, por partida doble. Ya lo dijo Hitler en uno de sus particulares baños de masas: "Podemos ser felices sabiendo que el futuro nos pertenece por completo". Eso parece. Que les pertenece.
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