Lejos de cualquier simpatía a esas largas y emotivas compilaciones de hechos que han marcado el año que se va a dejar, permitidme retomar el contacto con La letra pequeña, prácticamente un mes y medio después de la última entrada, para dedicar algunas reflexiones sobre el 2014 que puedan ayudarnos a generar una transición de cambio de cara al 2015. Si hablo de cambio es porque estoy más que convencido de que el año que va a morir nos deja una enorme necesidad de ello.
'Rebeldes' en la guerra siria. Foto galardonada en el WorldPress Photo 2014 (G.Tomasevic) |
El 2013, que cesó con 51,2 millones de personas desplazadas por causa de los diferentes tipos de violencia en el mundo (la mayor cifra registrada desde que se realizan estadísticas de este tipo y la primera vez que se sobrepasó el límite de los 50 millones de refugiados después de la Segunda Guerra Mundial), permitía presagiar un nuevo ciclo complicado. Comienzo con este dato porque, más allá del impacto a nivel subjetivo que me causó, considero que es básico para entender qué es lo que está ocurriendo en el mundo y en nuestro sector de la sociedad más cercano: el sometimiento de toda la población bajo el juego cruel y maquiavélico que se de entre las correlaciones de intereses de las élites económicas y políticas. Esos intereses, y los esfuerzos constantes de aquellos pocos que en detrimento de la gran mayoría intentan preservarlos, son las causantes de la violencia en sus diversas formas (guerras, envejecimiento prematuro de la Tierra, crisis socioeconómicas, etc.).
España y Cataluña, Cataluña y España, han servido de perfecto tablero para este juego en 2014. Los inacabables y sucesivos casos de corrupción no son más que una consecuencia de ese entramado de intereses mutuos que han relacionado a los gobernantes con las grandes transnacionales. Una realidad que, aunque muy dolorosa e indignante, es superficial y oculta tras de sí una larga lista de nombres de particulares y entidades que permanecen vetados al conocimiento público. Este año hemos podido observar evidencias de todos los 'colores y tamaños' que muestran esta íntima relación que liga a la política con las altas alcurnias del negocio mundial. Tanto casos de rescate público de una empresa privada que han pasado con más disimulo ante la mirada de una ciudadanía asfixiada y agonizante, hasta milmillonarias indemnizaciones del Gobierno a grandes corporaciones que atentan directamente contra el medioambiente, poniendo en riesgo incluso a los habitantes más próximos a su actividad.
¿Acaso no se trata de formas de violencia? Distintas, sí, pero todas ellas violencia. 2014 también nos ha servido para avanzar un paso más en la fortificación de la cultura de guerra que impera en el mundo, gracias a la comercialización de los drones asesinos. A esto de le debe sumar el incombustible régimen de compra-venta de armas que mantienen los países del denominado 'primer mundo' (España gasta 52 millones de euros al día en armas y el mundo 1,7 billones de dólares al año) y que son las mismas que después nos muestran los telediarios cuando emiten imágenes de alguna guerra en un recóndito perdido por África, América Latina, Asia u Oriente Próximo.
Víctimas del 'narco' en México. Foto premiada en el WorldPress Photo 2014 (C.Vanegas) |
Las políticas sociales y la promoción de una cultura de cooperativismo y respeto por la tierra entre todos han sido sepultadas a golpe de decreto ley y de partidas rídículas que no sólo no logran paliar las necesidades de los sectores más desfavorecidos de la sociedad, sino que los agraban más. Y esto además de considerar injustificable la actitud caritativa que ha tomado el Gobierno en sus más de tres años de mandato, para que la ciudadanía sienta dependencia de la administración, en lugar de fomentar una solidaridad equitativa que acabe con las diferentes capas sociales y nos coloque a todos en un mismo nivel y con el único objetivo de construir un país en benficio de todas las personas. Por ejemplo, a través de la eliminación de las ventajas fiscales para las grandes fortunas, aboliendo también la predisposición a atender las demandas de las empresas antes que el resto, y eliminando la desmesurada burocracia que se interpone en la relación de un votante con su votado.
Existen soluciones. Algunas de ellas a nuestro alcance. Y creo que son por las que debemos comenzar, puesto que considero imposible un cambio a nivel de Administración si antes no se ha tomado una clara conciencia de ello en la sociedad. Debemos tomar la batuta de ese cambio tan necesario y no despreciar ni una sola opción de presentar nuestro esfuerzo para ello. Y, sobretodo, ser conscientes de que no podemos seguir dejando los años atrás mientras vemos cómo otros muchos seres, iguales a nosotros en dignidad y valía, mueren porque no nos atrevimos a reclamar lo que es de todos; porque nos acostumbramos a depender y subsistir con esa pésima gestión que hace el Estado de nuestros recursos; porque no recordamos a esas personas que permanecían en la calle sin poder distinguir 2014 de 2015. La solución a los problemas que se ciernen sobre nosotros y el cambio del sistema que los mantiene somos, únicamente, nosotros unidos.
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