Europa no sabe lo que significa equidad. La administración del viejo continente ha suplantado la identidad de un concepto bello, que habla de justicia en su esencia, por un cruel practicismo de carácter puramente económico y con ciertos brotes patriarcales. En un contexto de gobierno de la derecha conservadora, la gestión de los flujos de personas que llegan al mapa europeo con la necesidad de obtener refugio de las crisis que padecen sus países, no solamente es ineficaz sino que atenta directa y flagrantemente contra los principios de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Viñeta de 'El Roto' (viralizzer.com) |
Así pues, la equidad no es simplemente repartir a cantidades iguales entre dos o más partes. Este es el modelo que representan la cuotas de repartición de refugiados que ha impulsado la Unión Europea entre algunos de sus estados miembros. Un planteamiento que se ha hecho sobre la base de unos números inexactos y sin tener en cuenta las necesidades reales de las personas que siguen llegando al continente. Pero además es una respuesta completamente inmoral, puesto que la UE se ha dotado a sí misma de la capacidad de distribuir y decidir sobre colectivos humanos según le convenga, le plazca o dictamine, mostrando así una actitud ciertamente autoritaria y de superioridad al creerse propietaria temporal del destino más cercano de todas esas personas.
Las cuotas han fracasado. Estaban destinadas a fracasar. No son sino uno de los placebos con lo que suele actuar Europa ante la tragedia prójima. Pero más allá del fracaso, también son crimen, mafia, especulación, riqueza para unos, camiones sin oxígeno cruzando Austria para otros. Lejos de plantear una solución digna y humana para las personas refugiadas, han venido a ser un genocidio directo e indirecto, con unas responsabilidades políticas evidentes que deberían ser juzgadas en La Haya.
La fobia a los movimientos migratorios ha alcanzado su punto álgido. El error de base es la criminalización que ya casi por tradición se viene realizando de la inmigración. La agenda económica y política en Europa de los últimos años se ha concentrado alrededor de una propaganda alarmista sobre la llegada de inmigrantes y los discursos han proliferado al mismo tiempo que siguen radicalizándose. A partir de aquí, se ha entendido el movimiento de refugiados como un nuevo movimiento migratorio, ante el cual las autoridades europeas siguen manteniendo esos cócteles de políticas restrictivas mezcladas con una violencia institucional extrema que convierte al continente en una prolongación de la Guerra siria o de las persecuciones del Estado Islámico.
No sólo es falta de capacidad de gestión de una nueva crisis humanitaria, sino el hecho de implementar medidas que sigan teniendo por resultados la muerte de cientos y miles de personas. Ante una carencia tan evidente del sentido de la realidad, y una disposiciones de carácter criminal, cabe preguntarse si la administración pública continental debería ser juzgada por crímenes de lesa humanidad.
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