Antes de exponerle el contenido que
esta presente trata de transmitir quiero dejar claro que le escribo desde la
más absoluta i certera neutralidad. No dejaré a su aprecio mi sensibilidad
política en esta carta ni, de hecho, quiero iniciar ningún debate ni discusión
relacionada con su política o la política del partido que actualmente usted
lidera.
Evito, por tanto, cualquier
comentario que aluda a sus medidas presupuestarios presentadas, aceptadas y
puestas en vigor en lo que usted lleva de mandato. Aún así, creo que será usted
capaz de averiguar mi opinión hacia muchos, por no decir todas francamente, de
estos “refortes” (si tiene alguna duda sobre este término de invención propia estaré
encantado en explicársela).
Pero como iba diciendo quiero
concentrar su atención y mi inspiración, por decirlo de alguna manera, en un
hecho concreto. En la última reunión de la ONU del pasado martes día 25, en la que usted
tuvo el privilegio de participar y representar al país, centró usted su
discurso en dos puntos clave. Me gustaría poder recordárselos. Primero que todo
se esforzó y trató de vender la marca “España” ante el resto de representantes
del mundo, cosa que aplaudo puesto que es necesaria una gran promoción, y no
cualquiera, para salir del desastre que estamos viviendo. No entraré a
valorar si la promoción que realizó fue
la correcto o no. Quiero centrarme en el segundo punto clave: el “problema” de
Gibraltar.
Aseguró usted antes el resto de
representantes de las naciones mundiales que esperaba con celo la reactivación
de las conversaciones con el Reino Unido por el territorio de Gibraltar. Cuando
vi estas palabras salir de su boca el asombro que había en mi interior no podía
retenerse por ninguna parte. No sabía por donde coger lo que usted acababa de
decir.
Señor Rajoy, afirmó ante la ONU, en el mismo instante en
que el pueblo rodeaba el Congreso reclamándole un cambio y estallaba una
batalla campal entre policías y manifestantes/manifestantes y policías, en el
mismo momento en que el parlamento catalán se reafirmaba en su propuesta de
independencia y aseguraba una antelación de las elecciones de aquí a dos meses,
en esos mismos instantes, que se concentraba ahora en reanudar los diálogos con
los ingleses por Gibraltar. ¿Por Gibraltar? Señor Rajoy, esta jugada sobrepasa
la línea a la que estaba acostumbrado a llegar.
Es una estrategia muy astuta por su
parte, desviar la atención de los medios y de la opinión pública de todas las
carencias sociales que estamos padeciendo, cosa que todavía hoy no ha
conseguido solucionar, a un espíritu sobresaltado y reanimado de nacionalismo y
patriotismo que reclame un ¡Gibraltar español! Pero no crea usted que ha
conseguido esquivar todas las miradas. Usted sabe más que el pueblo que
Gibraltar no solucionará nuestros males, y de la noche a la mañana ¿pasa usted
a centrar la problemática de la crisis en este pequeño enclave británico,
mostrando una importancia hacia el hecho en sí que nunca jamás se ha visto dado
que nunca jamás ha sido requerida?
Señor Rajoy, está bien que usted
quiera ver algo de color verde. Para eso es usted el presidente de España, además escogido con mayoría absoluta. Pero le
pido que no quiera hacer ver de color verde eso que usted ve de verde a un
pueblo que le está diciendo a voces que es gris. Las ideas que se imponen o
tratan de imponerse son, precisamente, las que nunca fructificarán de una
manera sana, porque acaban fatigando al pueblo que las soporta en sus espaldas
y ve, mientras tanto, que sus promulgadores son los que menos fe tienen en
ellas.
Sigo deseándole toda la sabiduría
del mundo para que pueda usted actuar de una manera correcta para todos. Pero
no se olvide, todos.
La letra pequeña,
Septiembre 2012
Tarragona
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