¿Por qué os empeñáis tanto en querer cambiar las cosas? ¿Es que no os podéis limitar a acatar como buenos hijos de vuestra patria que sois? ¿Podríais dejar de sacar tantos problemas a la luz y vivir más relajados? ¡Eso, más relajados! Venga, a tumbarse cada uno en su colchón y a dormir sin rechistar, que mañana ya volverá a salir el sol.
En estas quatro frases podemos definir la idiosincracia de la clase política española, que no es más que un ejemplo de la del resto del mundo. Son estas las ideas que hoy componen nuestras corrientes de pensamiento más destacadas. Las filosofías que más beneficio pueden causar para nuestras mentes y los dogmas que mejor pueden resultar para nuestras almas. Tres preguntas y una afirmación. Los cuatro pilares que hacen que el incesante descontento de este pueblo resulte completamente en vano.
Haciendo un escueto mapa, podemos decir, nosotros arremetemos contra los sólidos muros de un castillo y cuando nos cansamos volvemos cada uno a nuestras casitas de paja y arcilla a esperar que venga un vendaval y se la lleve. Somos como el niño de aquel buen chiste que siempre perdía y ganaba. Le daban a escoger entre dos monedas de diferente valor y tamaño. (los valores no tenían nada que ver con el tamaño, es decir, la grande valía menos que la pequeña). La pobre criatura se dejaba llevar por su inocente espíritu y siempre se quedaba con la mayor y todos los hombres de la taberna se mofaban. Hasta que un día, un buen hombre le comentó al chiquillo: "¿Es que no te das cuenta de que te están engañando?".- El niño le miró y le dijo: "Sí señor. Pero en cuanto ose coger la moneda mayor habré perdido mi moneda pequeña diaria."
Pues eso mismo. Nosotros estamos con esa monedita pequeña y si osamos decir algo de la mayor, ya que ni siquiera podemos alcanzar a cogerla, se no arrebata la moneda fija que teníamos y desaparece el sueño de conseguir la pequeña. Somos más listos que esos hombres de la taberna pero estamos condicionados a ellos. Difícil situación.
Por eso, hago hincapié, nuestro gobierno nos recrimina que nos quejamos muchos. Que hay qué ver cuanto nos gusta salir a la calle y protestar. Y todo por unas frases sin importancia y unos hechos que no acabamos de entender las repercusiones que tendrán.
Debemos pues decidir entre quedarnos con la monedita pequeña o dirigirnos con franqueza y sensatez a los tipos del bar y denunciarles nuestro descontento. Lo peor de todo es que nuestra denuncia se la lleve el viento y perdamos también la monedita. Hechos muy factibles por cierto.
Pero la monedita no podrá permitirnos toda la vida pagar las cosas que necesitemos, después de pagar las rondas que ellos toman, claro. Así que...yo me quedo con mi ciudadanía, siempre y cuando la respeten (cosa que últimamente no está siendo así) y ellos ( a los hombres del bar me refiero, claro) que se queden con su modelo de ciudadano ejemplar.
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