Para que hoy en día, un país que se encuentra fuera de una guerra mueva sus tropas hasta el lugar del conflicto, debe darse alguna de las siguientes causas: en primer lugar, puede realizar la movilización militar bajo el marco de una campaña de ayuda humanitaria (aunque sigo sin comprender por qué se envían soldados a hacer misiones humanitarias); por otra lado, puede ser que ese país forme parte de una comunidad internacional (llamémosla OTAN, por ejemplo) y deba cumplir el compromiso que la organización le impone; por último, también puede darse un 'intercambio de cartas' o favores entre dos o más países, sin la necesidad de que pertenezcan a una organización. Es decir, que por intereses y conveniencias mutuas, envíen a sus ejércitos a uno u otro conflicto.
Morenés, M. de Defensa, se ha mostrado partidario de la intervención (hoy.center) |
El regreso de España a Irak puede contener un grado determinado de las tres opciones. Desde Defensa justifican la decisión como un acto contra el avance del yihadismo, un peligro que es cierto y serio. Alegan, además, que los 300 militares del dispositivo enviado no participarán en la lucha, sino que el objetivo de la misión es instruir al ejército iraquí. No es una ayuda humanitaria, ni mucho menos, pero la amenaza del Estado Islámico es real y poblaciones de Oriente Medio (iraquíes, sirios, kurdos,etc.) se encuentran en peligro.
Aún así, el motivo principal del retorno de España a Oriente Próximo es la presión de la comunidad internacional. La estrechez de sus lazos con Estados Unidos, Reino Unido y Francia, entre otros, es motivo de más para que el Gobierno haya tomado esta decisión. Los vínculos de la alienación internacional (al igual que en las dos guerras mundiales), por los que Felipe González ya se ganó grandes protestas entrando a la OTAN, siguen igual de vivos que en el siglo pasado. Obviamente, de aquí nace la tercera causa. La del beneficio y el interés mutuos. Tanto la comunidad internacional en su conjunto, como los países que la integran por separado, han demostrado una disposición de participación que se reduce a la existencia de intereses o beneficios para ellos. Un ejemplo claro es la intervención de España en Mali y en la República Centroafricana para ayudar a Francia a frenar, también, una 'amenaza' islamista.
Eludiendo lo económico y aludiendo a lo social, España regresa a Irak (elmundo.es) |
Pese a la amenaza palpable del Estado Islámico, ni España ni la comunidad internacional tienen autoridad para mover sus fichas cuando y cómo les plazca, por lo tanto podemos partir de la base de que esta decisión no se adviene a ninguna potestad. Es, una vez más, una acción ejecutada sin consulta previa a la ciudadanía (que es la que verdaderamente debería escoger estas cuestiones a través de referéndum) que se divide entre la falta de capacidad por establecer una base de negociación mediante el diálogo y la cooperación (no la imposición) mutua, y los delirios de grandeza y de dominio que jamás han desaparecido de Occidente.Una acción que, además permite a las esferas conservadoras de la opinión pública regodearse en la idea de generalizar el islam dentro del yihadismo e infundir un miedo por anticipado, tal como se ha podido ver en el último programa "El debate" de Televisión Española.
Además de la repercusión social que puede tener el regreso de España a una situación de conflicto sobre suelo iraquí, está la cuestión económica. El anuncio de que la movilización de los 300 soldados va a tener un coste inicial de 35 millones de euros es una falacia intolerable. El coste de un dispositivo militar que en principio durará seis meses debe calcularse en centenares o incluso miles de millones. El ejemplo más evidente que corrobora esta idea sería los Programas Especiales de Armamento (PEA). El gobierno ha vuelto ha anunciar en los presupuestos generales de 2015 una partida de 6,84 millones para armas, pero se espera que a finales de verano, como viene haciendo los últimos años, apruebe un crédito extraordinario mil millonario para paliar su deuda armamentística (en 2014 ha sido de 1.782 millones). Una cifra que no se ajusta con la realidad de recortes que se están viviendo en sanidad, educación, cultura y, en fin, en todo el ámbito social.
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