miércoles, 12 de septiembre de 2018

Noruega

Hay un dibujo extraño que pende de una pinza en un hilo, dentro de mi despacho (léase la habitación donde guardo mis libros, mis libretas garabateadas con viejos poemas de la adolescencia y algunos de los recuerdos más importantes de mi vida en forma de fotos o de manuscritos). En el dibujo, un niño con los ojos rasgados, el pelo negro y una sonrisa prudente, mira hacia una cabeza más grande, con gafas y barba, y el pelo largo y lacio que le sube hacia arriba, como si estuviese boca abajo. Después de aquel dibujo, fue la última vez que me corté el pelo.

Reconozco que mi aspecto físico no es dependiente del dibujo, pero es que aquel papel lo garabateó Mohamed Reza en el campo de Moria, en Lesbos, hace un año, y ayer recibí un correo de su hermana mayor Mahtab que me ha hecho volver a mirar el dibujo que cuelga en mi "despacho". Mohamed Reza es un niño de unos 10 años, al que deduzco que le gustan la películas de acción y la broma, por lo que pude conocerle durante los días que conviví con él en aquel lugar. Le recuerdo con la camiseta de Spiderman que llevaba siempre y una visera de tenista que se ponía a veces. Ahora está en Noruega. 

Para eso me escribió ayer su hermana, Mahtab, para decirme que hace dos meses habían llegado a Noruega. Todavía recuerdo el último día en la isla. Volvíamos a casa y nos los encontramos en un centro para familias, una especie de club de día donde realizar actividades o pasar el rato. En Moria no habíamos intercambiado ninguna palabra porque el ambiente era tenso y una parte de nuestro trabajo era organizar las filas del reparto de la comida. Pero aquel último día en Lesbos d, escubrimos que Mahtab sabía hablar inglés, que lo había aprendido en Irán, y que quería ir a Noruega para encontrarse con el mayor de los hermanos. Sí, hay un hermano mayor. Cuando la conocimos, Mahtab tenía 16 años y se responsabilizaba del cuidado de Mohamed Reza y de los otros dos pequeños, Mariam y Mohammad Javad. 

Y ayer me escribió para decirme que llevaban dos meses en Noruega. Y que es un país que bonito pero frío. Y que Mohammad Javad sigue preguntando cuándo nos volveremos a ver. Y yo también me pregunto cuándo le volverá a ver. Con él jugué a hacer burbujas y a explotarlas, volví a ver Tarzán y, sobre todo, a hacer de columpio humano. 

Nunca hubiese dicho que podría llegar a sentir Noruega tan cerca, familiar y cálida, como desde ayer. Siento que hay un trozo del país en mi "despacho" (no importa si de cuidad o de campo). Es más, siento que Noruega, como, tal ha dejado de existir para mí, y me imagino a Mahtab y a sus hermanos en medio de tantas otras personas, unas de piel clara, otras no, caminando con el olor de los pinos en medio del frío. Siento que ya no existe Noruega, ni España, ni siquiera Lesbos, y veo a todas esas personas caminando, de aquí para allá. Eso sí es una victoria. 

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