jueves, 28 de noviembre de 2013

Hasta debajo de las piedras

En estos últimos días de convulsión para la empresa nacional de productos de panadería y bollería industrial, Panrico, no puedo dejar de hacerme la pregunta de qué es un sindicato. Lo cierto es que me cuesta relacionar el auténtico significado del concepto con las pràcticas que de él se están haciendo. La Real Academia lo define como la "asociación de trabajadores constituida para la defensa y promoción de intereses profesionales, económicos o sociales de sus miembros". Un significado que, viendo el ejemplo de Panrico, difiere mucho de la realidad.

¿Qué sucederá con los despedidos de Panrico? (vozpopuli.com)
Quizás la pregunta adecuada no sea la planteada en el título. Quizás la que deberíamos hacernos es ¿cómo puede un sindicato pactar el despido de trabajadores? O en su defecto, ¿es eso un sindicato? Todavía no logro a comprender como se ha llegado a tal acuerdo entre la empresa y los sindicatos, pero sin lugar a duda esto reabre la polémica que gira entonrno a las formaciones sindicales de España. 

Por un lado tenemos a Comisiones Obreras, que ahora cambia de parecer sobre el acuerdo y tratará de convocar nuevas asambleas. Demasiado tarde. El daño producido en los trabajadores y trabajadoras ya se ha hecho, e incluso la huelga provocada por los autónomos se ha levantado con hasta 300 bajas en la red de distribución de la empresa. Por otro lado, está UGT. Al sindicato dirigido por Cándido Méndez parece no poder reprochársele nada debido a la supuesta malversación de fondos llevada a cabo por su delegación de Andalucía, estudiada ahora por la justicia. Este hecho estaría focalizando toda la atención del sindicato, aunque finalmente parece que no se detendrá a analizarlo hasta enero. Además, está la imputación y prisión de un importante exsindicalista en el caso de los ERE andaluces,y el espectro de la corrupción que se cierne sobre el propio Méndez, quien podría acabar imputado por irregularidades en el uso de fondos públicos. 

Méndez no puede probar la "inocencia" de UGT (ondacero.es)
En mitad de este panorama los trabajadores de Panrico han sufrido un pacto cruel, alejado de representar sus interesas y velar por su cuidado. De esta nueva polémica vuelve a reflotar el debate de si los sindicatos deberían financiarse con el modelo seguido hasta la fecha, es decir con fondos públicos, o si únicamente deberían limitarse a las cuotas de los afiliados, siguiendo el ejmplo de otros países de la Unión Europea. Partiendo de la base de que la situación económica ha exigido grandes recortes en administraciones públicas y funcionarios, veo motivos más que suficientes para el cese del desvío de fondos públicos a los sindicatos. La cultura sindical en la España actual es insana y derrochadora como un partido político o una empresa más. Por lo tanto es otro agujero negro que no deja de tragar dinero. 

El maletín que UGT compró para falsificar después (libertaddigital.com)
Los sindicatos deberían estar financiados por todos aquellos que desean formar parte de ellos, en cambio con el modelo que se sigue no sólo se nutren de sus afiliaciones, sino que también acaban reteniendo parte de los impuestos de toda la ciudadanía, incluyendo a los no afiliados. Es un sistema injusto y muy impositivo que reduce la libertad de la población sobre si participar o no en la financiación sindical. Además, cuando surgen casos como los recientes de Panrico, los ERE en Andalucía o los famosos maletines de Salvador Bachiller y sus imitaciones, se produce un efecto similar al del anuncio de la contabilidad en negro del Partido Popular y la corrupción de algunos de los miembros de su cúpula: el robo de fondos públicos provenientes de las arcas del estado a las que, supuestamente, van a parar todos nuestros impuestos. Un robo que parece encontrarse, hoy día, hasta debajo de las piedras.

viernes, 22 de noviembre de 2013

"¡Venga! A dispersarse"

El frío comienza a colarse a través de los casi inexistentes espacios que se forman entre las ventanas y las puertas de casa. Miro a través de la cristalera del balcón una vez más, justo antes de sentarme a comer. El mismo paisaje. Juan Miguel Soriano Gijón, mi padre, se sienta un día más a mi lado para compartir los alimentos que nunca faltan. El televisor está encendido pero no le hacemos caso y, como de costumbre, comenzamos a hablar. Recuerda cómo en un día cualquiera de su adolescencia, mientras hablaba con otros chicos en la calle, llegaron unos agentes de la policía franquista y les obligaron a deshacer el pequeño grupo que habían formado. "Llegaron los grises y nos dijeron: '¡Venga! A dispersarse' ". Las heridas de una dictadura pesan en sus ojos mientras narra su recuerdo. "Además nos añadieron: 'Reunión de pastores, ovejas muertas' "
La nueva ley sería una soga para la manifestación (telecinco.es)

El borrador de la nueva Ley de Seguridad Ciudadana que está perfilando el ministro de Interior, Jorge Fernández Díaz, bajo la dirección y tutela de su gobierno, representa un claro retroceso a aquella época. Se acota la libertad de manifestación a través de sanciones económicas marcadas por cantidades claramente desorbitadas (hasta 600.000 euros). También se castigan como graves los escraches, la quema de banderas o los insultos contra la Policía y los agentes encargados de mantener el orden público. Y, por supuesto, disturbios como la quema de mobiliario público (contenedores,etc.) y el corte inautorizado de carreteras, o actividades ilegales como el ejercicio y el consumo de prostitución en carreteras y polígonos. 

Una ley que incluye en el mismo paquete de faltas graves hechos como la quema de contenedores, y uno de los principales ejercicios de libertad como es el manifestarse, no puede ser buena. Nada buena. Sin duda, la noticia del borrador que está realizando el gobierno me ha ayudado a acompañar a mi padre en sus recuerdos sobre el franquismo. En sus memorias sobre aquellos días en los que un "gris", un policía cualquiera, podía obligarte a que te dispersases. 

Quizás les volvamos a ver vestidos así (miniaturas plomo.blogspot.com)
El gobierno ha buscado una línea para protegerse frente a los numerosos movimientos sociales que están surgiendo a raíz de sus tan nefastas y austeras políticas. Un escudo con el que asegurarse el control de tanta manifestación y la disminución de tanta protesta. Dicho borrador no es más que un nuevo recorte; ésta vez no en sanidad ni en educación, sino en la libertad del pueblo. El "demos" ha sido separado de la "cracia" con un premeditado y profundo abismo. 


Por le momento el esbozo de la nueva ley se aplaza por causa de las críticas y del mal recibimiento, según dicen. El gobierno garantiza que la nueva ley aligeraría el código penal en pos de las sanciones administrativas, y pide a los medios y al pueblo que se informe antes de opinar. Haciendo balance sobre la información que he recibido y observando la mirada de mi padre, sé que una ley como la que se plantea no puede ser buena. No puede ser bueno recortar en libertades. No puede ser bueno perder derechos en cuanto a protestar y manifestarse. No puede ser bueno regresar a la época de Franco y sus "grises". Por si acaso mañana sancionasen este blog y lo cerrasen, por protestar de manera ilegal, me despido queriendo compartir los recuerdos de alguien que vivió con una legislación muy similar a esta, mi padre: "En una dictadura toda manifestación es considerada ilegal".

jueves, 14 de noviembre de 2013

Prefiero el antídoto a moverme del sitio

Hay un pequeño chiste mejicano que afirma que una víbora se acercaba a un hombre mientras éste gozaba del paisaje sentado. El hombre prefirió pedirle a su mujer el antídoto del veneno del reptil, antes que moverse de su plácida comodidad. En cierta manera, el caso de Filipinas me recuerda al de ese hombre, aunque no por la voluntad de la antigua colonia española. Es hora de lamentarse por un nuevo azote de la furia de la naturaleza, de la cual todos somos culpables y responsables, y nos hemos encargado de aportar un granito, grano o roca de arena.

¿Por qué no hay infraestructura suficiente en Filipinas? (abc.es)
Aunque pueda parecer que el gobierno filipino intenta eximir su culpabilidad ante la ONU utilizando el cambio climático como escudo, no falta parte de razón en esta idea. Kioto y Copnhague son testigos de la falta de acuerdo entre potencias (no sólo económicos sino también contaminadoras), que únicamente se dedican a crear falsas pantallas y finos velos para acallar y contentar a la opinión pública. Pero los resultados son diferentes a lo pactados en estas conferencias, tal como ejemplifica Filipinas. 


Pero no es sólo el punto del cambio climático, que sin duda alguna se ha convertido en algo irremediable ante los ojos de nuestros mandatarios. Encuentro que también tiene mucha relevancia el factor económico. Ahora, en la desgracia, es momento de enviar todo tipo de ayudas a Filipinas, aunque tristemente parece que no llegan a cubrir lo necesario. Pero ¿no era más necesaria la ayuda antes de que "Yolanda" causase los destrozos con los que hoy se carga? La corrupción filipina, tan negativa como en cualquier otro país, había menguado (y lo continúa haciendo) la economía nacional. En ese caso también se necesitaba la ayuda de las potencias, que podrían haber ejercido el poder internacional del que hacen gala para presionar a un repartimiento de los bienes y recursos. También se necesitaba, antes del tifón, que se reforzasen las infraestructuras de los edificios como ocurre en Japón y en otros países más "desarrollados". Pero no parecía el momento. El momento es ahora, después de la catástrofe. El momento es póstumo. 

La ayuda a Filipinas llega tarde (heraldo.es)
Las opciones parecen ser encerradas en este tipo de ayuda "después de la tragedia" y parece olvidarse la conciencia de que cuando realmente se necesita ayuda es antes de que ocurran estas catástrofes. La retención de bienes que se les permite a esos países a los que únicamente miramos en situaciones como esta, la completa indiferencia por lo que está sucediendo en la Tierra y los procesos a los que ésta es sometida, y y esta mala conciencia sobre la ayuda son lastres que no se pueden continuar arrastrando. Pesan demasiado. 

Unos culparán a Dios. Otros al cambio climático. Pero no pretendamos buscar más allá del lugar en el que sitúan las responsabilidades de estas masacres "naturales": la gestión que se está haciendo de los bienes y recursos; la permisión de la continuidad de la corrupción en los países más inestables e indefensos; y la respuesta a la necesidad de ayuda cuando ya todo está perdido. Deseo que nada más suceda a Filipinas. Aunque la lista de predecesores (Haití, Indonesia, Sri Lanka, etc.) no indican ninguna mejora o cambio para tratar de buscar un modus operandi más cercano a la necesidad.

viernes, 8 de noviembre de 2013

"La misión", de Roland Joffé

Llevaba días sin ver una película que suscitase en mí sentimientos tan antagónicos. Además de la banda sonora, de la cual había escuchado hablar delicias y exquisiteces pero no había llegado a imaginar su firmeza, su dulzura o su capacidad de transmitir ese aire amazónico y selvático, árido, propio de las antiguas indias mezcladas con el western tradicional de Morricone, proporciona unas perspectivas muy sugerentes sobre el perdón y otras relaciones humanas. O inhumanas. 

Cartel del film (leelibros.com)
Inhumanas en cuanto al cuadro colonialista que plantea, molesto para cualquier persona nacida en un país colono o neocolono. Quien sabe si nuestra sangre, a través de nuestros antepasados, estuvo allí, disparando los arcabuces y empuñando las espadas. Es una copa exageradamente amarga el hecho de tan siquiera poder contemplar esa opción. Roland Joffé muestra una imagen del colonialismo que puede parecer típica o excesivamente incriminatoria, pero ante todo muestra la realidad. La realidad de un colonialismo que ha ido pasando de generación en generación, como herencia histórica, y que mantenemos hasta el día de hoy, tratando de disimularlo o presentarlo con otras formas "menos ofensivas", aunque con el mismo objetivo de imponer. 

Me ha sorprendido mucho la atención que Joffé dedica a la cuestión del perdón, el gran convidado de piedra en la trama de la película. ¿Qué decir sobre el perdón? Ese extraño instrumento al que a veces recurrimos y que siempre luchamos por mantener encerrado en el último cajón de nuestro armario. El director británico no se equivoca al darle un papel tan relevante a esta cuestión en su película, puesto que el perdón conduce a un cambio, el mismo cambio que hace posible la reacción de la colonia y del resto de párrocos a través de Rodrigo de Mendoza (Robert de Niro). 

Perdón y colonialismo confrontados en una complicada batalla en la que sólo uno de los dos podrá continuar en pie. Lástima que las palabras hagan honor a su significado. Aunque "La misión" puede servir al público como generoso y abundante plato para meditación y corrección de las raíces más crudas de su pasado, las cuales intentan todavía arraigarse a todas aquellas rencillas que han ido quedando a lo largo del camino. Y sólo a través del cambio que supone perdonar y ser perdonados. 



jueves, 7 de noviembre de 2013

Diecisiete céntimos

Dudo de que la Unión Europea tuviese algún propósito o fe en las monedas de dos y un céntimos de Euro, cuando estableció el sistema monetario común en el año 2002. Francamente, no creo que pudiese imaginar que las monedas más pequeñas en circulación llegarían a tener un papel tan trascendental. Hablo de la cantidad de diecisiete céntimos de euro. Para pagar esta cantidad de manera exacta es menester utilizar, como mínimo, la moneda de dos céntimos. Luego, está la opción de recurrir a las incómodas e indeseadas monedas de un céntimo. Aquello que despectivamente llamamos "chatarra". Pero, ¿qué puede hacerse con diecisiete céntimos? Muchas cosas: abrir una cuenta bancaria, comprar caramelos y chicles, hacer fotocopias o sustentar una monarquía. 

En efecto, sustentar una monarquía. En concreto, la española. Así lo ha defendido el Partido Popular, afirmando que no es necesario recortar los presupuestos de la casa real, porque tan sólo cuestan diecisiete céntimos de Euro a cada ciudadano español. Esta postura ha tumbado las enmiendas que habían presentado otras facciones políticas (Izquierda Plural, UPyD, Amaiur y ERC) con el propósito de rebajar el dinero destinado a la Casa Real.

Es curiosa la manera en la que se nos van rebajando las libertades y los derechos. Además de decidir sobre el sistema sanitario y educativo qu tenemos y que vamos a tener, con el desacuerdo de varios sectores de la población, ahora también se pretende decidir sobre nuestros diecisiete céntimos. No tenemos libertad para utilizar como creamos conveniente nuestros diecisiete céntimos. El gobierno concentra todas las opciones en una misma, y la hace pasar por la casa real.

Esto me molesta mucho. Me irrita. ¿Qué sucedería si yo, sin necesitar nada, fuese por ahí pidiéndole diecisiete céntimos a la gente? Me mirarían con extrañeza y enfado, algunos, y apartarían su cara de mí, sin darme los diecisiete céntimos. Y yo, en el fondo de mi corazón, lo vería lógico, puesto que no necesito nada ni me hace falta más de lo que poseo. ¿Por qué, pues, Juan Carlos I y su corte pueden hacerlo? Creo que este es uno de esos misterios irresolubles, reservados para después de la muerte.

Pero concluyendo, si es que se puede sacar alguna conclusión de este clarísimo ejercicio contra la libertad individual, la actitud del gobierno y de la Casa Real no muestra más que lo pueden y quieren darnos: una sociedad basada en un capital por y para sus intereses y "necesidades", sin importar lo amplias que éstas puedan ser. Aún así, está claro que se lo pueden permitir, ya que volverían a salir victoriosos de las elecciones, como campeadores vencedores, y seguirían encontrando adeptos. Mientras tanto, aquellos que realmente necesitan sus dicisiete céntimos, observan, resignados, de qué manera se amontonan cientos de miles de millones de monedas en el palacio de la Zarzuela, y no pueden hacer nada, puesto que el gobierno ha considerado disparatado renunciar a ello.