jueves, 7 de noviembre de 2013

Diecisiete céntimos

Dudo de que la Unión Europea tuviese algún propósito o fe en las monedas de dos y un céntimos de Euro, cuando estableció el sistema monetario común en el año 2002. Francamente, no creo que pudiese imaginar que las monedas más pequeñas en circulación llegarían a tener un papel tan trascendental. Hablo de la cantidad de diecisiete céntimos de euro. Para pagar esta cantidad de manera exacta es menester utilizar, como mínimo, la moneda de dos céntimos. Luego, está la opción de recurrir a las incómodas e indeseadas monedas de un céntimo. Aquello que despectivamente llamamos "chatarra". Pero, ¿qué puede hacerse con diecisiete céntimos? Muchas cosas: abrir una cuenta bancaria, comprar caramelos y chicles, hacer fotocopias o sustentar una monarquía. 

En efecto, sustentar una monarquía. En concreto, la española. Así lo ha defendido el Partido Popular, afirmando que no es necesario recortar los presupuestos de la casa real, porque tan sólo cuestan diecisiete céntimos de Euro a cada ciudadano español. Esta postura ha tumbado las enmiendas que habían presentado otras facciones políticas (Izquierda Plural, UPyD, Amaiur y ERC) con el propósito de rebajar el dinero destinado a la Casa Real.

Es curiosa la manera en la que se nos van rebajando las libertades y los derechos. Además de decidir sobre el sistema sanitario y educativo qu tenemos y que vamos a tener, con el desacuerdo de varios sectores de la población, ahora también se pretende decidir sobre nuestros diecisiete céntimos. No tenemos libertad para utilizar como creamos conveniente nuestros diecisiete céntimos. El gobierno concentra todas las opciones en una misma, y la hace pasar por la casa real.

Esto me molesta mucho. Me irrita. ¿Qué sucedería si yo, sin necesitar nada, fuese por ahí pidiéndole diecisiete céntimos a la gente? Me mirarían con extrañeza y enfado, algunos, y apartarían su cara de mí, sin darme los diecisiete céntimos. Y yo, en el fondo de mi corazón, lo vería lógico, puesto que no necesito nada ni me hace falta más de lo que poseo. ¿Por qué, pues, Juan Carlos I y su corte pueden hacerlo? Creo que este es uno de esos misterios irresolubles, reservados para después de la muerte.

Pero concluyendo, si es que se puede sacar alguna conclusión de este clarísimo ejercicio contra la libertad individual, la actitud del gobierno y de la Casa Real no muestra más que lo pueden y quieren darnos: una sociedad basada en un capital por y para sus intereses y "necesidades", sin importar lo amplias que éstas puedan ser. Aún así, está claro que se lo pueden permitir, ya que volverían a salir victoriosos de las elecciones, como campeadores vencedores, y seguirían encontrando adeptos. Mientras tanto, aquellos que realmente necesitan sus dicisiete céntimos, observan, resignados, de qué manera se amontonan cientos de miles de millones de monedas en el palacio de la Zarzuela, y no pueden hacer nada, puesto que el gobierno ha considerado disparatado renunciar a ello.