jueves, 31 de octubre de 2013

Como las conchas en la arena

Me apasiona coleccionar conchas. Siempre que tengo la oportunidad de caminar por la arena de la playa no dejo escapar la ocasión de recolectar unos cuantos ejemplares. Es cierto que hay unas más llamativas que otras, pero todas son merecedoras de ocupar un espacio, por muy pequeño que sea, entre los estantes de los  muebles de mi casa. Cada vez que las veo, me recuerdan, en parte, al ser humano. Tan bello, tan capaz, tan seguro, pero al mismo tiempo abandonado en la orilla de un inmenso mar, que lo supera y lo rodea como quiere. 
(fotoplatforma.pl)

Junto con la crisis y la caída en picado de las economías mundiales hemos podido ver las dos naturalezas más básicas del ser humano. Por un lado, tenemos que los ricos se han enriquecido aún más. Muestra de esa naturaleza insaciable que no cesa en su empeño por aumentarse a sí mismo y retroalimentarse. Por otro lado, tenemos la naturaleza servicial. Junto con ese incremento de la riqueza de los ricos y la insoportable austeridad que están padeciendo los instrumentos de servicio social (sanidad, educación, pensiones, etc.) encontramos que también aumentan las organizaciones y alternativas para hacer frente a la crisis de manera colectiva, y no individual.

Dos naturalezas cada vez más confrontadas, que se postran en la orilla del mar observando como el agua va y viene a su antojo sin preguntar a nadie. Dos naturalezas que ya existían antes de la crisis, cuando "todo iba bien", pero cuyas formas más radicales han sido rescatadas a raíz de comprender la situación en la que estamos sumisos. El periodo de recesión económica ha servido, y sirve, de escenario para que estos dos "lados", batallen y peleen hasta que la sangre llegue al mar. Podría decirse que esta crisis ha sido y es la Tercera Guerra Mundial. Una guerra en la que no se ha combatido con armas, sino con algo mucho peor: el aumento de la pobreza y la insensibilización ante ello. 

(dw.de)
Se han quitado los platos de comida de las mesas, se han desvestido los cuerpos hasta quedar desnudos a la intemperie, se han reducido las prestaciones en salud y educación hasta crear serias dificultades para acceder a recursos universales como estos. Ha sido y está siendo una guerra muy cruda, lenta e igualmente destructiva. Principalmente a nivel psicológico. Se ha producido una intromisión en la mente de las personas para arrebtarles la poca esperanza que podían reservar. 

Como las conchas amontonadas en la arena de la playa, que almaceno en mis estantes, así ha empujado esta crisis a la sequedad total de las necesidades básicas, a millones y millones de conchas que no son más que el exoesqueleto donde antes habitaba algún ser que ya no está. Mientras, cabe saber que en las profundidades de los mares continúa habiendo otros tantos millones de conchas que observan desde su comodidad cómo los restos de sus prójimos tratan de regresar, apoyándose los unos en los otros, a las aguas y abandonar la aridez de las arenas. Un exacto retrato de nuestra realidad, sin duda.