Si
hay alguna película que deje claro el tema de la solidad y la ayuda
fraternal es "Cadena de favores". Una película sencilla. Nada
complicada en cuanto a aspectos técnicos. Muy simple. Una historia que contar
que se muestra tal y cómo es.
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cartel de la película/plus.es |
El
público suele acordarse de ella porqué actúa Haley Joel Osman, el famoso
niño de películas como El sexto sentido o Inteligencia Artificial.
Pero esto es sólo un recordatorio. El propósito que nos muestra este film es un
noble y puro. Es de destacar que intenta transmitir un cambio y lo hace comenzando
desde la base de la sociedad: un niño. Los niños representan, con su
inocencia y docilidad, la base sobre la que se sustenta cualquier sociedad.
De ellos será el mañana y el futuro de la ciudadanía dependerá de los que hoy
no saben balbucear cuatro palabras seguidos.
Pero
¿qué tipo de cambio se nos puede mostrar y más a través de un crío? El cambio
es una cadena de favores, cómo el nombre de la película indica, que idea la
infantil mente del protagonista. Una cadena que consiste en hacer un favor a
tres personas diferentes.La persona que recibe el favor deberá luego
ocuparse de hacer un favor a otras tres personas. Así hasta el cómputo global
de la tierra.
La
ayuda fraternal consiste en algo parecido. Realizamos una acción de ayuda, una
obra que beneficie a otra persona en su necesidad. La única diferencia es
que no debemos hacerlo obligando a la otra persona a que ayude a otro
necesitado. Esta ayuda viene por voluntad, por deseo propio. No puede ni debe
ser algo forzado. En ese caso, pierde su valor. Claro que en este punto podemos
pensar que eso va en función del tipo de persona. Hay persona que son muy
caritativas y dadivosas y hay otras que son demasiado egoístas. ¿De dónde
proviene esa voluntad de ayudar?
Bueno
en ese caso podemos recuperar el artículo de cine de la semana
pasada. El amor al prójimo es una
fuente de la que emanan todos los actos de bondad del ser humano. Nada es
por voluntad propia y tampoco por azar. Un corazón que sienta amor hacia sus
semejantes, sin duda alguna, estará más dispuesto a ayudar que un corazón que
sienta odio o, simplemente, no se pare a pensar en sus prójimos. El egoísmo no
comienza cuando actuamos para nuestro propio beneficio. Comienza cuando
evadimos de nuestras mentes la idea de pensar en los demás.