sábado, 8 de octubre de 2016

No soy un altavoz del capital

A los seis años supe que quería ser periodista. Fue en una de esas conversaciones que se tienen de niño, cuando uno se permite toda clase de sueños. Mi padre me lo comentó. Hasta entonces no había oído hablar de ello. Ni me paraba a observar a las personas que salían en la tele detrás de un gran y aburrido escritorio, con caras de circunstancia y sonrisas apelmazadas, explicando cosas que habían pasado. Ni tampoco me imaginaba que detrás de un periódico podía construirse todo un mundo paralelo, habitado por personas que dedican gran parte de sus fuerzas mentales y físicas a ello. Pero, influenciable de mí, desde entonces me fijé en aquella palabra, 'periodismo', y no la aparté de mi pensamiento en ningún momento. 

En ese momento, también desconocía que vivía en un planeta llamado 'Capitalismo' y que en aquellos mundos paralelos que se construían detrás de que cada frame de televisión y de cada línea de periódico, también había una empresa que se basaba en un beneficio al final de cada mes. Un descubrimiento forzoso, llegado casi con calzador, y que me ha entristecido mucho, no lo niego. ¿Por qué habría de negarlo? ¿Acaso es una ilusión infantil el haber creído que existía una isla, en medio de este mar, libre de la influencia del dinero, que lo mueve todo?

Los medios de comunicación han cometido un error creyendo que el hecho de constituirse en meras empresas les exime de su responsabilidad ante la humanidad, y en primer lugar ante sus trabajadores. Sin lugar a duda, este es un oficio que goza de especial vocación entre muchos de sus afiliados. Un terreno pantanoso del que muchas compañías se aprovechan y exprimen al máximo. Pero todo obrero es digno de su salario y el hecho de socavar esta dignidad acaba siendo un arma de doble, tanto para el periodismo como para la empresa.

No estoy en contra de que un medio de comunicación se organice en una empresa. A ´mi modo de entender, vería preferible que se estructurase como una cooperativa. De lo que sí estoy en contra es de la mala y banal relación que se ha creado entre periodismo y empresa, entendiendo aquí empresa como el valor de explotar la comunicación como si fuese petróleo o una cadena de supermercados.Todo ello en el marco de una lógica que busca sobreproducir para aumentar su beneficio.

Y he aquí una de las derrotas más amargas del periodismo; el haber admitido ese rol ficticio e impuesto dentro del sistema, pasando de ser una voz en el desierto a no ser más que un mensajero de recados precocinados. El correo privado de las grandes empresas.

No soy un altavoz del capital. Me duelen las ruedas prensa insulsas y acríticas, que intentan mostrar un tema apartado de todo cuanto está ocurriendo alrededor. Las considero puro maquillaje. Lo único que sostiene el oficio son unos cuantos focos de actuación que se resisten a ceder ante la marea de este teatro del corre, ve y dile. Sigo queriendo ser periodista, tanto como lo hacía a los seis años. No. Incluso más que antes. Ahora, que he descubierto que a este orden de las cosas mal llamado periodismo, aún queda mucho por aportarle.