Llevaba días sin ver una película que suscitase en mí sentimientos tan antagónicos. Además de la banda sonora, de la cual había escuchado hablar delicias y exquisiteces pero no había llegado a imaginar su firmeza, su dulzura o su capacidad de transmitir ese aire amazónico y selvático, árido, propio de las antiguas indias mezcladas con el western tradicional de Morricone, proporciona unas perspectivas muy sugerentes sobre el perdón y otras relaciones humanas. O inhumanas.
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Cartel del film (leelibros.com) |
Inhumanas en cuanto al cuadro colonialista que plantea, molesto para cualquier persona nacida en un país colono o neocolono. Quien sabe si nuestra sangre, a través de nuestros antepasados, estuvo allí, disparando los arcabuces y empuñando las espadas. Es una copa exageradamente amarga el hecho de tan siquiera poder contemplar esa opción. Roland Joffé muestra una imagen del colonialismo que puede parecer típica o excesivamente incriminatoria, pero ante todo muestra la realidad. La realidad de un colonialismo que ha ido pasando de generación en generación, como herencia histórica, y que mantenemos hasta el día de hoy, tratando de disimularlo o presentarlo con otras formas "menos ofensivas", aunque con el mismo objetivo de imponer.
Me ha sorprendido mucho la atención que Joffé dedica a la cuestión del perdón, el gran convidado de piedra en la trama de la película. ¿Qué decir sobre el perdón? Ese extraño instrumento al que a veces recurrimos y que siempre luchamos por mantener encerrado en el último cajón de nuestro armario. El director británico no se equivoca al darle un papel tan relevante a esta cuestión en su película, puesto que el perdón conduce a un cambio, el mismo cambio que hace posible la reacción de la colonia y del resto de párrocos a través de Rodrigo de Mendoza (Robert de Niro).
Perdón y colonialismo confrontados en una complicada batalla en la que sólo uno de los dos podrá continuar en pie. Lástima que las palabras hagan honor a su significado. Aunque "La misión" puede servir al público como generoso y abundante plato para meditación y corrección de las raíces más crudas de su pasado, las cuales intentan todavía arraigarse a todas aquellas rencillas que han ido quedando a lo largo del camino. Y sólo a través del cambio que supone perdonar y ser perdonados.