Pues sí, adiós señor Armstorng. La
noticia de la muerte del astronauta americano, cuya relevancia y conocimiento
pasan por el hecho de ser el primer hombre en plantar una huella en la luna, ha
cautivado a la sociedad. Pese a que muchos dudábamos de la veracidad de la
misión del Apolo 11, y de que la suela de la bota de Armstrong fuese
verdaderamente encajada en la superficie del gran satélite natural, el
astronauta prefirió centrar su atención lejos de tal batalla y concentrarse en
la espectacularidad del hecho en sí. El mejor resumen para dicha ocasión,
verdadera o falaz, lo resumió en una sencilla pero compleja oración: “Un pequeño paso para el hombre. Un gran paso
para la humanidad.”
Todos sabemos que detrás de estás incursiones
y aventuras espaciales estaba el conflicto político de la Guerra Fría entre los imperios
estadounidense y soviético. Por esto, puede que los motivos de llegar a la luna
perdiesen todo el valor que esconden y se centrasen únicamente en una burda
carrera entre potencias mundiales. Una asquerosa patraña. Además, puede también
que a través de estos años y del cuantío nombre de teorías realizadas para
demostrar la veracidad o la falsedad del acontecimiento histórico, creando
éstas una eterna lucha y una incorregible división del mundo entre dos bandos o
más, hayan depreciado la importancia de este punto clave en la historia de la
humanidad.
Pese a ello no deberíamos olvidar
nunca lo que significó tal acontecimiento y lo que a día de hoy continua significando.
Tal y como dijo Armstrong, lo que era un pequeño paso para el ser humano en sí,
se estaba convirtiendo en una de las mayores aventuras emprendidas por la
humanidad a lo largo de su historia. Todos aquellos miles y miles de años
estudiando el cielo y los astros desde la tierra tomaban ahora una nueva fase.
Una fase práctica que abriría muchas otras puertas a más hazañas similares o
incluso de mayor valor. Por ejemplo los innumerables estudios hechos en el
planeta rojo, Marte.
Armstrong, aparte de quedarse con el
hecho en sí y evitar cualquier discusión, sufrió un importante dilema tras su
regreso del viaje espacial. Supongo que tras haberse visto tan minúsculo en el
universo, incluso haber podido observar lo insignificante que era su planeta en
el extenso manto que sujeta las estrellas, los planetas y las galaxias,
comprendió el papel del hombre como tal.
Este sentimiento lo expresaría
posteriormente en una conocida canción. Podría decirse que es como una especie
de Amazing Grace, ya que como Newton,
su compositor, Armstrong la escribió después de su asombrosa aventura en el
satélite natural de la Tierra. El
mensaje de la canción venía a comentar algo así como lo grande y poderoso que
creía el astronauta que era el hombre pero, tras haberse visto tan sólo y tan
pequeño en mitad de la infinita espesura del universo, había caído en que
verdaderamente el hombre no es nada y su poder y grandeza no son más que vanos
pasajeros.
Yo, como Armstrong, opino que
realmente no alcanzamos ni alcanzaremos a comprender el funcionamiento y la
grandeza del universo en su complejidad. Por muchos estudios y expediciones
espaciales, falsas o reales, que realicemos. La grandeza que consideramos
reservada para nosotros no cabría ni en todos los corazones de mil tierras como
esta juntos. Ya hizo bien Armstrong al afirmar, acogido por el desamparo de
algo tan inmenso como el universo, que el hombre y la humanidad son pequeños,
por muchos grandes pasos que den.
Emotiva despedida desde La letra pequeña al autor de tal canción,
partícipe de dicho acontecimiento histórico, real o falso, pero sobretodo, al
propietario de tan certeras ideas.
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