viernes, 11 de abril de 2014

"El indomable Will Hunting" de Gus Van Sant

Miguel de Unamuno decía que "un pedante es un estúpido adulterado por el estudio". Sin la necesidad de añadir nada más a la brillante definición del sabio bilbaíno, se debe partir de la base de que "El indomable Will Hunting" ofrece un pequeño y personal ensayo sobre la pedantería. Un grano de arena añadido a la lucha contra ella y la definición exacta de su concepto, que tantos males académicos ha llegado a producir.
Cartel del film (imdb.com)

Van Sant organiza una historia juvenil y muy subjetiva, concentrándose en una mente más que maravillosa, y la enlaza con la vorágine de la aristocracia del mundo universitario, donde no hay lugar para cerebros buenos y cabezas pensantes, sino que tan sólo se es permitido el paso a la excelencia. 

La eterna lucha de clases representada sin pudor ni objetividad alguna. El rico y poderoso que sabe porque puede pagar por estudiar, contra el pobre y mediocre que sabe mucho más por motivos que nunca podrán llegar a conocerse (combinados con una pasión indescriptible por la lectura de todo tipo de materiales). Una realidad que no le pertenece tan sólo a américa sino que, al contrario que su sanidad, es universal. La guerra entre el conocimiento relacionado con el poder económico y la inteligencia nata que aparece donde menos pueda esperarse, se ha trasladado ya a todos los centros universitarios. 

Fotograma de la película (reverseshot.com)

El conocimineto implica miedos. La historia de Van Sant tampoco pierde detalle a la hora de mostrarnos esa cara amarga de la sabiduría. Ya lo mostró el rey Salomón en el libro de Eclesiastés, cuando afirmaba que todo es "vanidad de vanidades". Un joven que de la noche a la mañana despierta su amplia capacidad intelectual al mundo, y lo hace de la manera más humilde y discreta posible, es el reflejo de lo caprichosa que llega a ser la sabiduría y la falta de lealtad que muestra en temas que escapan al estudio y el conocimiento de las cosas

 Con Will Hunting no comprendemos qué es la pedantería, porque muchos estudiosos como el citado al principio de este artículo ya nos advirtieron. Lo que se consigue es una prueba más moderna y adaptada de que verdaderamente no es necesario un título de ninguna clase para ser sabio ni tampoco persona. Que el hecho de estudiar no da derecho a elevarse a uno mismo por encima de los demás en una nube imaginaria que nadie más pueda ver ni comprender. Que antes que nada, la sabiduría debe implicar ser persona. 







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