sábado, 14 de abril de 2018

Decadencia

No puedo considerarme críptico porque soy constantemente traspasado. Incluso las grietas que creo más íntimas de mi ser quedan desnudas en determinados momentos. Por eso he intentado dejar de esconderme en ellas. No es que hable un lenguaje único, o que mi pensamiento sea un código secreto. Cuanto más complejo me parecía todo mis explosiones internas han sido todavía más beligerantes, de tal manera que cualquier cripta que pudiese tener, que yo pudiese ser, se ha convertido en polvo soplado. 

Cuando se cae, la exposición se hace más palpable. Incluso la idea de la muerte ajena en un círculo más o menos cercano lo encuentra a uno en un estado mucho más tenue. Pero todavía confío que la debilidad reconocida es victoria. Cada vez me siento más fragil, más extraño en medio de un escenario al que no reconozco, y las distinas partes que lo forman lo saben. Y no es que intente aparentar. Tampoco podría.

Me pregunto si durante el tiempo que estoy escribiendo esto he desatendido a mi entorno. Si, después de haber perdido todas mis grietas, trato ahora de esconderme detrás de cada palabra, de cada letra. O si son un grito cobarde en forma de lenguaje digital. Una representación de la voz del egoísmo, compuesta entre días de lluvia, tazas humeantes de infusión y canciones tristes que mezclan el country y la electrónica. Hay momentos en los que pienso que la electrónica está destrozando la música. 

Ni siquiera sé si quería escribir algo o es una imagen de mi propia decadencia, que me lleva a insistir en ello. A insistir en darle la espalda a la puerta de salida y permanecer en la escena de lo que me resulta extraño. Donde me abruma el hecho de saber que haya voces preguntándose por qué no escribo canciones de amor, poemas de gozo incombustible. 

No hay explicación porque no soy críptico. Porque no guardo tesoros o deshechos en las esquinas de mi mente. Porque soy débil y creo que eso es victoria, pero yo no me siento todavía victorioso. No es una cuestión de culpa, sino de reconocimiento de la caída. Es únicamente entonces, cuando alguien cae y se da cuenta de ello, que puede, al menos, comenzar a pensar en el levantamiento.

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