
Una de estas voces pertenece al presidente del
Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi. El italiano lo ha más que
corroborado con su última aparición en Londres. Unas palabritas y “chimpón”. Se han resuelto los problemas.
La crisis parece haber disminuido y el agravio y la hostilidad con los que nos
trataban los medios de comunicación internacionales últimamente se desvanecen
cómo la más matinal de las neblinas. El “efecto Draghi”, como muchos han
querido catalogarlo, ha provocado un notorio aumento en las principales bolsas
europeas y una gran caída en la prima de riesgo de los países más sufridores en
esta Europa del euro y su respectiva crisis. Tan solo le ha hecho falta
asegurar que su institución, el BCE, luchará hasta el último aliento para que
el euro permanezca en su lugar.
La pregunta que a mí se me plantea
es: ¿Señor Draghi por qué no dice usted una de sus maravillosas frases cada
semana? Estoy seguro de que Europa, si no el mundo entero, se lo agradecería
satisfactoriamente. Incluso podría plantearse publicar una antología de frases
y reflexiones.
En fin, una más de las tantas
pruebas que todos tenemos acerca de la situación de los mercados. Todos es una
burda especulación. Si hoy este hombre hubiese cambiado sus palabras en un
sentido antagónico, ahora mismo estaríamos con el agua hasta las orejas. Y si
no hubiese sido él podría haber sido cualquier agencia de calificación (por
ejemplo Moody’s o Standard & Poors) o de noticias (Reuters, etc.). O
incluso las palabras de alguno de nuestros gobernantes, las que se hubiesen
tornado en nuestra contra o nos hubiesen alzado a niveles de confianza
inexistentes.
Todo este sistema, tal y como hemos
podido observar hasta la fecha de hoy, es un gigante con pies de fango.
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