El
caso del Hércules club de fútbol supone la última evidencia de que el sistema
futbolístico que estamos atestiguando es insostenible. Este equipo
perteneciente a la categoría de Segunda División, cuya sede es la ciudad de
Alicante, asume una deuda con los organismos públicos de la Agencia Tributaria
y la Seguridad Social de un total de 10.400.000€. En julio de 2011, el Hércules
entró en la ley concursal, o concurso de acreedores, aunque meses antes pactó
con estos dos organismos el fraccionamiento del pago de esa deuda a cambio de
dar en garantía una parte considerable de sus ingresos futuros.

Pues
bien, finalmente se ha sabido que estos ingresos no podrán ser útiles para
pagar preferentemente a los dos organismos públicos, según lo confirman dos
sentencias del Juzgado Mercantil de Alicante 1. Rafael Fuentes, titular del Juzgado
Mercantil, ha defendido que no puede realizarse conforme a los términos del
pacto entre el club y las entidades públicas debido a que supondría una grave
afectación para la sociedad anónima deportivo y sus activos. Aún así, ha
afirmado que la Seguridad Social y la Agencia Tributaria gozarán del privilegio
de cobro de todas aquellas operaciones que supongan ingresos para el club que
se hayan realizado antes de su entrada en la ley concursal, el 5 de julio de
2011.
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Los
dos organismos públicos recurrirán han realizado ya una queja ante el juzgado
mercantil de la ciudad y recurrirán su resolución ante la Audiencia Provincial
de Alicante.
Como
vemos estamos en el mismo dilema de siempre. Las deudas de los individuales y
particulares no pueden ser aplazadas y en muchos casos se recurren a actos
mayores, como la oleada de desahucios que hemos podido comprobar últimamente.
En cambio los clubes de fútbol arrastran una deuda que supera los 400 millones
de euros con Hacienda y la Seguridad Social y no sólo consiguen evitarla sino
que encima reciben más ayudas fiscales y económicas y consiguen burlar a la
Administración Pública.
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Y lo peor de todo es que el pueblo, en general, calla ante estos hechos porque le ha dado al fútbol y al espectáculo un valor prioritario por encima de sus derechos y libertades. En conclusión, como suele decir el dicho, mientras haya pan y circo el pueblo es feliz. El problema es que el pan comienza a escasear y a repartirse cada vez peor y continuamos teniendo los ojos puestos en el circo.
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