Este
grupo se formó en el año 2002 con el objetivo de establecer en los 36 estados
que conforman el territorio nigeriano el cuerpo del derecho islámico o Shari’a.
El grupo terrorista está liderado por la férrea mano de Abubakar Shekau, quién
se ha atrevido a amenazar al presidente del país, de confesión católica,
Goodluck Jonathan. Las amenazas, como todos podemos imaginar consisten en una
rendición total del país al islamismo. Dicho en palabras de Shekau: “Ríndete al
islamismo o prepárate para las consecuencias”.
El
grupo terrorista sigue sembrando el terror en las calles de los estados del
sur, de mayoría cristiana, e incluso del norte, pese a ser de mayoría
musulmana, a través de atentados en iglesias cristianas o centros públicos cristianos
como universidades.
Sin
duda alguna, el presidente, Goodluck Jonathan, no se ha rendido a las amenazas
de la organización islamista, pese a haber llegado a atacar ésta la residencia
del vicepresidente de la nación, Namadi Sambo.
La
situación está recibiendo muchas críticas desde el exterior del país, en
especial e cristianos, pero todos los medios de comunicación parecen volcarse,
también, con los más de 1.400 muertos que
Boko Haram ha dejado en las zonas norte y centro del país desde 2010. También
se ha hablado de que la secretaria de estado de los Estados Unidos, Hillary
Clinton se reunirá con Jonathan para tratar el tema de esta violencia extrema.
En
cualquier caso, estamos ante una situación que requiere la voz mundial. Todos,
o casi todos, observamos con tristeza la situación que ese país tiene que
soportar y nos compadecemos y dolemos al ver imágenes de inocentes muertos.
Pero nuestro papel no acaba aquí. Debemos presionar, como voz del pueblo que
somos, a los gobiernos y las organizaciones como la ONU para que erradiquen
situaciones como esta. Nuestro lobby
comienza protestando públicamente, y no cada uno desde nuestra casa y nuestro
monitor del ordenador, contra esta falta de libertad y completa persecución que
están sufriendo tantos millones de personas. El papel y la tinta están muy
bien, y son más que necesarios, pero hemos llegado al punto en el que
necesitamos acción. Y por acción no me refiero ni me referiré nunca a una guerra. El día que me refiera a la
necesidad de guerra que se me vede de la escritura y la actividad pública, por
favor. Me refiere a un alzamiento público y pacifista para que estos hechos
cesen de una vez por todas.
Los
gobiernos están “atareados” y “ocupados”
con la situación de crisis y las posibles soluciones. Pero la fuerza reside en
el pueblo. Si nos dejásemos oír, mañana mismo acabaría Boko Haram y su siembra
inquisidora.
El
problema está en que nuestra situación nos permite gozar de libertad y
tranquilidad, relativamente claro, y desde nuestros asientos podemos
contemplarlo todo, compadecernos, llorar, dolernos, etc. Pero las comodidades
de nuestra sociedad nos van atando y no nos permiten renunciar a cualquiera de
nuestros beneficios por ayudar a otros en situaciones más hostiles. Creemos que
podemos luchar desde nuestras casa y bien podemos hacerlo, pero no podemos
centrar toda nuestra queja y reclamo desde nuestras casas porque así, lo único
que hacemos es desaparecer el valioso papel que juega en el mundo, por muy
difícil que resulte creerlo, la voz de un pueblo unido, por encima de cualquier
frontera.
¡Podemos
contra Boko Haram y podremos por la libertad global!
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