Cuenta una vieja historia que existió una vez, en un pueblo llamado Arreit, un peculiar hombre llamado George Erbmoh, más conocido como “el tentado”. George dedicaba su vida a la siembra y el cultivo de los campos que tenía justo detrás de su casa. Estos habían pertenecido a sus ancestros y ahora los recogía el como parte de su herencia.
Pero Mr.Erbmoh no era feliz. No
había conseguido formar una familia con ninguna mujer y su único y verdadero
amor había muerto en un trágico accidente laboral. Así que, como iba diciendo,
George era una persona más bien tirando a la tristeza y la soledad. No sentía
predilección por nada en concreto y le era muy fácil repudiarlo todo. Se
preguntaba constantemente porqué no era feliz y que debía hacer o conseguir
para obtener la felicidad.
Había días que desde su temprano
despertar no hacía más que pensar en el dinero. Creía que este le daría todo lo
que le faltaba y que podría comprar todo lo que se propusiera y todo lo que le
faltara. Había otros días que pensaba en el amor. -¡Exacto!- se decía a sí
mismo. Y creía que una pareja podría solucionar su soledad y tristeza. Al día
siguiente se acostaba convencido de que lo que verdaderamente necesitaba no era
más que un poco de fama y calor de la gente. Entonces anhelaba con todas sus
fuerzas escribir un best seller o hacer algo que le entregase el júbilo de la
gente.
Así pasaban los días del señor
Erbmoh. Cierto día, ya muy avanzado en edad, un buen y, al igual que él,
solitario amigo de George murió. Así que éste se dispuso a ir a la ceremonia de
entierro que tuvo lugar en la catedral de Arreit. George contempló a su amigo
tras la vitrina, con las manos cruzadas, y comprendió que el tiempo se le
estaba acabando, de la misma forma que a su amigo. Aquel día estuvo vagando muy
triste por los caminos de sus campos, como siempre sólo. Pero aquella noche
ocurrió un suceso muy particular y misterioso en la vieja choza de los Erbmoh.

¡George!-gritaban.-¡Señor Erbmoh,
aquí!- Montones de fotógrafos y periodistas tomando notas, aproximando sus
micros, disparando sus cámaras, etc. Y detrás de ellos un gran gentío aclamando
a George, el hombre que había renunciado al dinero. De entre la multitud, una
joven y bella damisela rubia se aproximo a él. Vestía un elegante vestido rojo
que se conjuntaba con sus magníficos zapatos de tacón de aguja.- Hola George.
¿Qué sientes al ver todo esto?- le habló con una amplia sonrisa.- ¿Esto es para
mí?- comentó George atónito.- En efecto. Soy la señorita Fama y estoy aquí para
darte lo que realmente mereces, puesto que has despreciado a ese insolente de
Dinero.- Y rápidamente George fue alzado a hombros por la multitud y se lo
llevaron en volandas.-Pero…. ¡señorita!- y Fama sonreía y saludaba
eufóricamente desde detrás del gentío.
George gozó del calor de la gente.
Era conocido allá donde iba. No le faltaba de nada. Firmó autógrafos, escribió
varios best seller, la gente de las naciones lo aclamó y persiguió, pero en un
minuto a solas, George comprendió que sus vacíos seguían estando allí y que la
falsa alabanza de todas aquellas personas no le iban a curar. De nuevo, George
fue trasladado a las puertas del palacio de Don Dinero, a las infinitas
escalinatas y allí se encontró con Fama, que dibujaba la furia en su rostro.-
¡Me has traicionado! Te he dado lo que muchos días de tu vida anhelaste hasta
enloquecer y no lo has querido. ¡Desaparece de mi vista antes de que te lleve
ante mi colegue Don Marginación!
Y George bajó la larga torre de
escalinatas con los ánimos muy decaídos y la oscura mirada de la señorita Fama
en su espalda. Cuando llegó a la base del último escalón una hermosa mujer le
esperaba con una sonrisa. Se parecía mucho a la mujer que amó tanto durante su
vida hasta que murió.- Hola George. Soy Magda.- El señor Erbmoh no podía
ocultar su sorpresa y su boca se abría de par en par. Su respiración
hiperventilaba. No podía creerlo. Era un vivo retrato de Jane, su eterno amor.
Magda le tomó del brazo y comenzaron
a caminar, con la sorpresa de George plausible. De pronto se trasladaron a
través del tiempo y el espacio y llegaron a una casa. George leía ahora el
periódico y al alzar la vista y ver a Magda, su mujer, amamantando a su segundo
hijo mientras el otro jugaba al balón en el jardín, su pipa se le cayó al suelo
del porche.- ¿Estás bien cariño?- preguntó muy afablemente
Magda.-Eh…Sss..sss.sí-.

Y repentinamente el señor Erbmoh
abrió los ojos y envuelto en un duro frío despertó suspirando. Bajó a la cocina
a tomar un frío vaso de leche y volvió a dormirse.
Al día siguiente, cuando Mr. Erbmoh
despertó un alegre pajarillo cantaba en su ventana. Pero George no se enrabió
contra el animal ni le empezó a asustar y perseguir, sino que se quedó,
enmudecido, contemplando su belleza. Descendió al piso inferior de la casa,
después de asearse, y tras desayunar salió al campo y se quedó maravillado
observando la luz del sol, el color verde de los árboles y las personas pasar.
Y la gente que siempre lo había conocido como “George el serio” se quedó
asombrada al ver por primera vez la sonrisa del anciano.

Murió el día 25 de abril de 1898 y
su pueblo le lloró abundantemente. El alcalde de Arreit decidió alzar un busto
en honor a él en la plaza principal del pueblo. Hoy los niños juegan en la Plaza Erbmoh.
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