miércoles, 25 de julio de 2012

Carta a José Ignacio Wert


Señor ministro de educación, cultura y deporte:
Desde que llegó usted al sillón más alto de este ministerio no ha pasado día alguno en el que no haya sentido la necesidad de escribirle. Bien por trabajo, bien por otras ocupaciones y necesidades más primordiales que el hecho de escribirle a usted-no se ofenda- he ido aplazando ese recelo de poder enviarle a usted un escrito.
Pero debo confesarle, señor ministro, que se ha encargado muy bien de ir engordando cada vez más esa necesidad en mi interior hasta tal punto que ya no la he podido aplazarla ni reprimir más. Puedo confesarle que estas líneas me obliga a escribirlas usted. No son fruto de un deseo personal ni nada por el estilo.
Sé que ha dado muchos giros y vueltas en su vida. Fue diputado en las Cortes por la provincia de La Coruña con la formación PDP (Partido Democrático Popular).  Pero al parecer, por aquel entonces la política no era lo suyo. Prefirió probar mayor fortuna en el sector privado, donde llegó a ser presidente de algunas empresas importantes en el sector de análisis de opinión y sondeos de audiencias, como Demoscopia, fundada por usted mismo, y Sofres.
Trabajó también como profesor de sociología en la Universidad Autónoma de Madrid y estuvo en el banco BBVA. Pero resumiendo señor Wert, esto no es una recopilación de su currículum ni nada por el estilo. Cualquier persona que quisiese informarse sobre su vida no tendría mucha dificultad para encontrar datos acerca de usted. Y por supuesto, mucho mejor que yo, sabrá usted cual es su propia carrera. Así que, siempre bajo la tutela de su permiso, adentrémonos en la temática de esta carta.

Y lo cierto señor Wert, como antes le decía, es que usted mismo ha sido el detonante de este manifiesto personal que le hago. Aunque creo que más adelante descubrirá que de personal tiene bien poco. Soy un joven estudiante de periodismo. Recientemente acabo de concluir mi segundo año en esta maravillosa carrera que cada día me enseña algo nuevo y me proporciona un aliciente muy distinto al anterior ¡Exacto! Soy uno de esos tantos cientos de miles de estudiantes a los que usted se ha dedicado últimamente a acosar sin ningún tipo de piedad.
No soy afín a ninguna fuerza política de las que imperan en el país. Le escribo esta carta desde la total neutralidad que siento en mi corazón. Poniendo como base de cada frase una rocosa imparcialidad. Pero eso no me excluye de la que es, será y debería ser la mayor fuerza en cualquier territorio: el pueblo. Sí, señor Wert. Pese a que le cueste entenderlo así es. El pueblo tiene el poder. Usted no es más que una vaga representación de un pueblo dolido con su predecesor. Un pueblo que buscaba-y lo sigue buscando- un cambio,  mas no lo encontró.  Un pueblo al que usted no ha respetado desde el primer día que tomó la cartera de educación cultura y deporte. Y no solo no lo ha respetado sino que ha ido más allá. Se ha permitido menospreciarlos e insultarlo. Maltratarlo y devorarlo. Eso es lo que ha demostrado, exactamente, usted hasta la fecha.

No miento cuando afirmo que no hay nada en mi interior que se alce en su contra. Se lo aseguro señor ministro. Pero le estaría mintiendo si no le confesase toda la verdad de mi sentir. Y esa verdad es que me tiene usted muy preocupado. En estos siete meses de mandato ha causado en mí muchas angustias y aflicciones señor ministro. Además de algún que otro enfado, debo confesarle. Pero de entre todas esas cosas, esa verdad que me esfuerzo en confesarle es que me tiene usted muy dolido. Y aunque pueda que a usted no le interese que un estudiante más de esos muchos que tanto han clamado su nombre- y no precisamente mirando al cielo- le manifieste su descontento, yo anhelo aclarárselo porque tengo fe. Tengo fe en la mejora de cualquier situación y de cualquier persona. Y a usted no puedo excluirle señor ministro.

Me duelo, señor Wert, cuando recién llegado usted al gobierno propone medidas tan absurdas como la de la desaparición del 4rto curso de la secundaria y la ampliación del bachillerato un año más. Esto no es más que un placebo que va a generar más gastos. No está recortando ningún curso. Simplemente lo substituye. Está cambiando el nombre de 4rto de ESO por el de 3ero de bachillerato. Y ojalá, de todo corazón le confieso, ojalá que sus medidas y reformas ministeriales hubiesen sido todas como estas. Simples placebos que ni quitan ni dan. Reformas que no aportan nada nuevo y tampoco recortan. Pero ¡hay pobre iluso de mí! Cuánto dolor me causó al ver que iba a destinar una subvención de 193.000€, más que necesarios en la educación del país,  para el Diccinario biográfico español, muy cuestionado por la falta de precisión en algunas de sus biografías ¿Cómo un estudioso de la sociedad y del derecho como lo es usted no puede entender que ese dinero era necesario para la educación del país? ¿Acaso cree usted que tiene más valor un conglomerado de biografías dominadas por la subjetividad de sus autores que la educación de un niño español? ¡Por favor señor ministro, no sea usted tan hipócrita!
Me duelo, señor ministro, al ver que en este país siguen mandando la Iglesia Católica y su partido político afín. En cuanto cuatro voces de estos sectores dejaron ver su descontento con la asignatura Educación para la ciudadanía usted, sin más consulta popular ni referencia al pueblo, decidió cambiarla por Educación Cívica y Constitucional, al parecer de toque más conservador y favorable a los ideales de su partido. Y en esto siento el derecho y el deber de decirle a usted que ha violado los estamentos y las leyes sobre la libertad de expresión y el derecho de elección del pueblo. Ha tomado una decisión sin consultar y usted no es España ni su educación señor Wert, no lo es.
La cúspide de todas sus decisiones tan negativamente trascendentales para su país llegó cuando vi en un artículo de un periódico su decisión de aumentar en un 66% el precio de las matrículas para el año que viene. Señor Wert le escribo con franqueza. En estos dos primeros cursos he podido disfrutar, gracias a Dios, de una excelente ayuda económica que me ha ayudado a mantenerme en el lugar en el que estoy. Se me ha pagado el coste íntegro de la matrícula y se me ha proveído de ayudas en diferentes conceptos. Pero le animo a que se haga usted la misma pregunta que me he hecho yo en estos dos años y que me hice cuando leí esta noticia: ¿y ahora que será de aquellos que no gozan de una beca como la mía? ¿Qué será señor Wert? Dígamelo usted porque yo ni me lo imagino ni quiero imaginármelo.
La pregunta que me hago en relación a esto es: ¿cómo un ministro de educación cuya labor es velar, cuidar y fomentar una educación pública saludable, destruye de una forma tan atroz la enseñanza primaria, secundaria y superior de un país? No lo comprendo. Y eso es precisamente lo que usted ha hecho ministro. Nos ha atado, primero, la soga al cuello y después nos ha empujado para asegurarse que dejábamos todos de respirar.  Una de las últimas frases que le escuché decir, “en España hay demasiados universitarios”, le delata a usted, señor Wert. Quiere una sociedad que no piense, que no sepa contestar, que no busque razonar. Quiere a un pelotón de personas que se amontone en las calles acatando todo cuanto haga.
La base de cualquier sociedad es la educación. Nuestra sociedad se caracterizaba por una educación pública de calidad, independientemente del nivel de los estudiantes. Usted ha devorado hasta los huesos de esta base.
Pero no se preocupe señor Wert. Usted ya tiene su carrera y su bienestar garantizados. A los demás déjenos los cuchillos y los palos que ya pelearemos entre nosotros.
Sepa usted que todo cuanto se cosecha en esta tierra, posteriormente es devuelto. Así que, desde el amor que le tengo como prójimo suyo que soy, le aconsejo que cambie de semillas.
Para acabar esta carta, le digo que aunque usted no se haya planteado ni por un instante pedir perdón o reconocer su error, le perdono y le otorgo toda la misericordia que ha sido puesta en mí. En ese perdón vuelco toda mi fe, haciéndole saber que todavía creo en usted. Creo que puede pulir mucho más su cometido y llevarlo a puerto de mejores aguas.
Un saludo cordial.

La letra pequeña, Tarragona, julio de 2012.

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