A lo largo de los siglos de la
historia humana muchos son los artistas que han dejado su pequeña pero
necesaria huella a través de representaciones artísticas. Representaciones
artísticas que han tomado forma física por medio de muchas y distintas
variaciones y ramas, del arte claro.
Personalmente, una de estas
variaciones que encuentro más atractiva es la escultura. Me fascina en toda su
amplitud de sentidos y significados. Desde el
David de Donatello, más que el de Miguel Ángel, pasando por el Profeta de Pablo Gargallo, llego hasta la escultura del Pop Art,
cuyo máximo erudito es y será el sueco Claes Oldenburg.
Oldenburg presenta una innovadora y,
para mí, maravillosa forma de representar la realidad a través de su escultura
a gran escala. En efecto, esculturas que abandonan el realismo de la forma
humana, tal y como la concebimos, y expanden su horizonte hacia unas
dimensiones inimaginables. Además las esculturas se centran en retratar de
forma tridimensional objetos de uso cotidiano, cosa que incrementa más la sorpresa del espectador que jamás había
concebido cualquier objeto de su entorno
por encima de las dimensiones de su propio hogar. A su vez, estos objetos
cotidianos de tamaños inimaginables quedan integrados en el entorno urbano de
la ciudad, ya que se instalan con un plazo de tiempo indefinido. Por lo tanto
la costumbre de ver esos utensilios a pequeña escala se traslada a la costumbre
de pasear por los parques y las calles de la ciudad con ellos cómo telón de
fondo.
Oldenburg se encarga de romper las
fronteras de las vitrinas de un museo o de una exposición bajo techo y reclama
al público la necesidad de salir a la calle, a la libertad del aire, para poder
observar y disfrutar su arte. Un arte cuya única necesidad es gozar de un
espacio público y urbano de cierta calidad al que poder adherirse.
Oldenburg, con la colaboración en
algunas obras de Coosje van Bruggen, cambia la realidad de algunas cosas. Nos
traslada al escenario de la película Cariño,
he encogido a los niños. Cambia nuestra forma rutinaria de ver las cosas
con un toque de innovación. Este toque de innovación acabará convirtiéndose en
rutinario también, debido a que las obras se sitúan en el mobiliario
urbanístico y la convivencia con ellas es obligatoria. Pero al mirar una de las
macro obras de Oldenburg podremos recordar que un día ese objeto llegó a caber
en nuestras manos.
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