No hace ni siquiera una semana que
Draghi otorgó una confianza inexistente a los mercados respecto España,
asegurando que iba a luchar por la permanencia del euro en el lugar que se
merece. Pues bien, parece que esta idea no era más que una vaga neblina
matutina. Aparece con el sol en alba pero en cuanto este llega a su máxima
visión se esfuma. Se desvanece sin fuerza alguna. Así han quedado las palabras
de la semana pasada del presidente del BCE y la confianza que este trató de dar
a mercados y gobiernos.

En esa falta de concreción por parte
de Draghi y su BCE y en las dudas suscitadas por Alemania parecen basarse hoy
los mercados, porque la confianza que hace dos días se construyó se ha venido
hoy por los suelos. El artículo relacionado con estas palabras de confianza
concluía con la implacable situación de especulación que hay. No creo que hoy
sea necesario recordar lo mismo, pues la situación especulativa no ha cambiado
en unos pocos días ni cambiará, a este ritmo, en unos años.
Con
lo que sí podemos concluir es con la falacia y el engaño que están
imperando en esta Europa de los 27. La pelota se concentra en los países del
sur de Europa, los países que peor se han gestionado en estos años pasados y
que deben hacer frente a las consecuencias que una mala gestión, y más a nivel
estatal, conlleva. Pero el hecho de tener que hacer frente a dichas
consecuencias no significa que nos vayamos turnando una soga que cada vez está
más cerrada con los griegos, los italianos y los portugueses.
Europa no está luchando por defender
el euro. No está aplicando verdaderos mecanismos para evitar que sus países y
los bancos de sus países caigan en picado. Por este motivo deben llevarse a
cabo los diversos rescates que se han hecho y los que, estoy segurísimo de
ello, se harán.

Por lo tanto, reclamemos al señor
Draghi y a la cúpula del gobierno europeo, es decir Merkel y Hollande que en su
país está llevando a cabo una buena y no austera política económica, que tomen
medidas concretas, directas e inmediatas antes de construir castillos de
confianza en el aire que, en cuanto soplan un poquito los mercados se vienen
abajo. Estas medidas y un drástico cambio en nuestra cultura laboral, que
francamente deja mucho que desear, podrán permitirnos mantener esos castillos
durante algún breve periodo de tiempo.
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