Es curioso, y por eso nos gusta curiosear, la cantidad y diversidad de homenajes y conmemoraciones que se realizan. Además de la curiosidad que estos actos encierran en su propia esencia tenemos el hecho de la curiosidad que despierta en nosotros, los meros espectadores, el o los motivos y causas que originan su realización.

En efecto, cada año, el primer día de agosto representa un momento
muy especial para la ciudadanía polaca. Un recuerdo oscuro pero a su vez
cargado de emociones y orgullo. Florecido de una extrema sensibilidad. Tal
llega a ser esta sensibilidad que el populacho se congela durante un minuto
completo.
El motivo o causa de dicho homenaje es la
conmemoración de “la rebelión de Varsovia”. Este hecho representó una de las
primeras incursiones armadas en Europa contra el poder dominante del nazismo.
Uno de los primeros alzamientos por parte del pueblo contra el “gigante”, por
tal de recuperar la libertad que le había sido arrebatada.

Aquellos civiles fueron asesinados y el ghetto en el
que se originó el alzamiento se clausuró y quedó enmarcado como una ciudad
fantasma. Pero lo que las fuerzas nazis no pudieron lapidar fue el recuerdo que
unos compatriotas legaron, y que tan sólo, y por encima de todo, anhelaban
regresar a su amada libertad.
Este recuerdo ha perdurado hasta nuestros días a
través de muchos homenajes. Uno de ellos, por ejemplo, es la maravillosa
película de Roman Polansky The pianist.
Otro, y permítaseme decir más emotivo, lo encarnan los habitantes de una
Varsovia que hoy respira libertad. A través de esa “congelación” en el tiempo
toman el fusil de valentía de sus ancestros y lo cargan de orgullo y
reconocimiento.
Viven congelados en un eterno minuto de historia.
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