Señor presidente
de la República Popular Democrática de
Corea:
Le escribo esta
carta para comentar con usted la situación actual del mundo, en la cual usted
está despertando en algunos países sensaciones y sentimientos como los que
viven los habitantes de su natal Corea del Norte. Como todos sabemos ha querido
usted mantener la misma línea gubernamental con la que su padre conducía el
país. Incluso, si se me permite, ha implantado usted algo más de dureza.
Francamente no estoy de acuerdo con la ideología que usted profesa, y digo
profesa porque cumple e implanta a los demás sus dogmas como si de una religión
se tratase. Pero no quiere basar el contenido de esta epístola en ideologías ni
en política. Como se suele decir, allá cada cual con lo que siga.
Quería
adentrarle a usted en unos aspectos más profundos. Encuentro la base para
exponerle todo el contenido de esta presente en su propio país y los habitantes
que l habitan. Déjeme que realice un poco de contexto pues no todo el mundo
conoce el funcionamiento de su país. Ya sabemos todos que en su Corea el 90% de
la producción se dedica a la industria armamentística y que está usted
invirtiendo grandes cantidades de dinero, superiores a la realidad que tiene
entre sus manos, en rearmar su país. También sabemos que la situación de los
ciudadanos de su país no garantiza, en demasiados casos, los mínimos de
bienestar humanitario. También conocemos todos su eterna lucha con los enemigos
del Sur, a los que ya ha declarado la guerra, y contra los Estados Unidos de
América. Tiene un afán de poder insaciable, señor Kim Jong-un.

Señor Jong-un,
tilda usted a los Estados Unidos de terroristas y no ve que realmente es usted
el terrorista que quiere conquistar el mundo, su mundo, a través de amenazas,
hostilidades e imaginarias invasiones. Cree usted que está todo el mundo
dispuesto a jugar su juego pero no es así. Se equivoca. Y, precisamente le
escribo desde el bando de la luz y de la paz.
Permítame
preguntarle si no considera usted un mero terrorismo el hecho de que su esposa
luzca un bolso de colección de la firma Dior cuyo coste equivale al ingreso
promedio anual de un norcoreano. Debo ser muy ingenuo porque no soy capaz de
comprender cómo puede usted estar tan ciego ante este hecho. Sabe, conozco un
versículo que dice: ¿cómo puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos
en el mismo hoyo?
Pues eso le digo
yo a usted, señor presidente, sin
remedio claro. Es usted un ciego que quiere guiar a muchos otros invidentes
pero también a muchos que pueden ver. Y los conduce usted a sus mismos errores.
Su pueblo es un claro ejemplo de la calidad de su gobierno. ¿Cómo puede querer
gobernar otros países si todavía no ha aprendido a dirigir uno? No sea
hipócrita señor Jong-un.
Pese a todo sigo
pensando en usted y sigo deseándole paz para que pueda experimentar un cambio,
más que necesario, en su mandato y pueda redirigir su barco. Le escribo desde
una perspectiva misericordiosa, dispuesto a esperar su cambio y a felicitarle
por ello. Está en sus manos tal decisión, pero tenga cuidado porque si
prefiriese seguir en la línea del error sepa usted antes que no todo está en su
control y no todo puede usted gobernarlo ni conquistarlo.
Un cálido
saludo.
La letra pequeña,Tarragona, agosto de 2012.
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