lunes, 13 de agosto de 2012

Moralismo y actualidad


Dediquemos nuestro artículo de opinión de hoy a un tema algo más profundo e invisible. Algo que forma parte de la base de la sociedad, de cualquier sociedad, y además la rige o resulta una ayuda directa para regirla, aunque debería ser siempre la primera opción. En efecto, como bien indica el título, estamos hablando de la moral.
Primero que todo y antes que nada, aclarar que la moral no es transparente ni invisible. La moral de una sociedad se hace completamente visible en las actitudes y hechos que sus ciudadanos muestran. Por lo tanto no podemos recurrir siempre a la clásica pregunta de ¿por qué preocuparse de algo que no vemos?, porque realmente esta se hace plausible a través de todos y cada uno de nosotros y lo que demostramos.
La moral no es la inteligencia, no es el amor, no es un sentimiento, una emoción ni cualquier rama de este espeso árbol que es la vida. La moral es y tiene que llegar a ser el tronco, y si no el tronco los anillos  que este guarda en su interior y que marcan los años que ha vivido. La moral marca el camino de una inteligencia sana, es la base de un amor correcto y es el pilar sobre el que se edifica cualquier sentimiento, conocimiento o ciencia de una manera próspera y fructífera.
Cuando en alguna de nuestras ideas o pensamientos, acciones o hechos, gestos o palabras, apartamos la moral de nuestros caminos estamos arrancando el valor de los que predicamos o promulgamos, sentimos o creemos y demostramos.
Así pues, sucede que cuando cerramos las puertas de la felicidad que sentimos a nuestra moral estamos recostando esa felicidad sobre una nada que pronto nos hará caer al vacío. Creemos que al dejar a la moral fuera del juego podremos disfrutar más de todo pero en realidad tan sólo encontraremos una felicidad vana y vulgar que nos devolverá todo lo que le demos a través de un efecto contrario, como cuando tomamos agua fría en verano y nuestro cuerpo se acalora. Y cuando después volvamos a recurrir a la moral, cosa que todo hacemos y quien lo niegue está mintiendo, nos encontraremos con una pesada y vergonzosa sensación, como una carga a la espalda, porque ésta nos confesará que la hemos dejado de lado y nos hemos encomendado a una falacia. Nos confesará la realidad y, recordémoslo, la verdad muchas veces es dolorosa.
La actualidad ha olvidado a la moral. No atiende sus necesidades desde la perspectiva que ésta ofrece. Los valores se infundan hoy en un enfoque común para todos, caracterizado por un relativismo innato, en el que conviven miles y millones de ideas y teorías, unas sinónimas y otras completa y dolorosamente antagónicas.
Esto es lo que pasa en la política actual. Las decisiones se toman pasando por encima de la moral. Por este hecho sucede que en muchas ocasiones las reformas y las medidas que se realizan para mejorar el funcionamiento de un país como sistema fallan y provocan que este se derrumbe todavía más.
Lo mismo con la economía. Cuando esta se trata de organizar de una forma inmoral o amoral, es decir en contra de la moral o sin tenerla en cuenta, nos encontramos con una serie de errores que se van amontonando en el proceso hasta llegar a ser una montaña e impedir el paso en el camino.
Además de la política y la economía, de la misma manera, la falta de moral, el hueco que esta deja, puede ser letal para cualquier ciencia o rama de este “árbol” vital. Apartar la moral de nuestro campo de juego implica unas consecuencias que están fuera del alcance de nuestras responsabilidades. Si renunciamos al cemento de nuestra base, en cuanto pisemos la quebraremos.

Cada hecho de esta vida, cada suceso, ciencia, sentimiento o emoción conlleva consigo una necesidad de moral. Un humano no puede renunciar a ninguna de sus necesidades vitales. Estaría cometiendo un ataque directo contra sí mismo. Este es el papel que juega la visible moral en cada uno de los ciudadanos de este mundo, aunque algunos traten de ocultarlo. 

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