viernes, 3 de agosto de 2012

Siria, capital de la deshumanización



El otro día ojeando el Diari de Tarragona pude observar con los ojos, pero sobretodo con el corazón, una fotografía que hubiese deseado no ver jamás. En el daguerrotipo aparecía un niño tumbado sobre una especie de camastro con una manta que le cubría el cuerpo hasta el cuello. Sus ojitos estaban cerrados. Un grupo de personas con una tristeza más que plausible en sus rostros portaba la camilla. En el titular de la noticia pude observar el sustantivo propio de Siria y entonces pensé que no quería leer el pie de foto. Aún así, haciendo de tripas corazón, pude descender hasta el límite inferior del marco en el que se alojaba la foto y comencé a leer lo que me esperaba pero que no quería corroborar. Aquel trágico pie informativo anunciaba la muerte de un niño sirio de cuatro añitos tiroteado, mientras trataba de escapar por una de las fronteras.

¿Qué esta ocurriendo? ¿Qué estamos haciendo mal? Es lo único que puedo preguntarme cuando veo un desastre de tal magnitud. La revuelta siria no está siendo cómo la del resto de países árabes. Y no con esto quiero decir que en las otras no se sufriese. Pero aliciente negativo que contiene esta guerra es único. No se vio en los padecimientos de sus hermanos libios. Otro claro ejemplo de revolución acompañada de austeridad. La guerra civil de Siria ha superado al resto de revoluciones de los países árabes. Pero es una superación para mal, claro está. La deshumanización y la falta de presencia de valores humanos son únicas. Puede que hasta propios de la época de la Segunda Guerra Mundial y la cruel trata de judíos.

Siria atestigua la muerte cuatro de periodistas, sin contar la huída forzada de otros muchos, de civiles, bombardeados por su propio país, la negación de ayudas humanitarias por parte de Cruz Roja y otras organizaciones y, ante todo, una deshumanización que ha acabado con todo, incluso con la vida del niño de la foto. En general, Siria atestigua la muerte y el horror.

Sobran razones para elevar un gemido al cielo por tales atrocidades. Más, cuando sabemos que esta guerra ha tenido, tiene y tendrá una cálida acogida por muchas naciones. La ONU se siente de brazo cruzados ante las negativas de Rusia y de China de intervenir en el conflicto. Otros países dan “apoyo” al bando rebelde, cómo Estados Unidos a través de su CIA o Turquía en la frontera kurda, a cambio de beneficios cuando la guerra finalice. El resto de naciones manifiestan alguna queja, alguna desigualdad, algún malestar, o simplemente se mantienen al margen.
 
Siria entera comete y atestigua crímenes contra la humanidad y el mundo la encubre. La deshumanización nazi que estamos viviendo en Siria estos días se ha expandido al resto de la esfera global. No a través de un fusil y cuatro balas, sino a través de unos corazones endurecidos cómo rocas que no recalan en el mínimo atisbo del derecho humano. Y digo “estamos viviendo” porque, francamente y desde mi punto de vista, la sangre de este niño de cuatro años nos ha salpicado a todos. Rusos y chinos también, aunque se nieguen a ello. También a los americanos, aunque tras este hecho no se pueda extraer ningún tipo de beneficio o sí.

Todos somos soldados de esta guerra que estamos viendo con nuestros ojos y escuchando con nuestros oídos pero, sobretodo, permitiendo con nuestra pasividad.
 

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