lunes, 13 de agosto de 2012

Moralismo y actualidad


Dediquemos nuestro artículo de opinión de hoy a un tema algo más profundo e invisible. Algo que forma parte de la base de la sociedad, de cualquier sociedad, y además la rige o resulta una ayuda directa para regirla, aunque debería ser siempre la primera opción. En efecto, como bien indica el título, estamos hablando de la moral.
Primero que todo y antes que nada, aclarar que la moral no es transparente ni invisible. La moral de una sociedad se hace completamente visible en las actitudes y hechos que sus ciudadanos muestran. Por lo tanto no podemos recurrir siempre a la clásica pregunta de ¿por qué preocuparse de algo que no vemos?, porque realmente esta se hace plausible a través de todos y cada uno de nosotros y lo que demostramos.
La moral no es la inteligencia, no es el amor, no es un sentimiento, una emoción ni cualquier rama de este espeso árbol que es la vida. La moral es y tiene que llegar a ser el tronco, y si no el tronco los anillos  que este guarda en su interior y que marcan los años que ha vivido. La moral marca el camino de una inteligencia sana, es la base de un amor correcto y es el pilar sobre el que se edifica cualquier sentimiento, conocimiento o ciencia de una manera próspera y fructífera.
Cuando en alguna de nuestras ideas o pensamientos, acciones o hechos, gestos o palabras, apartamos la moral de nuestros caminos estamos arrancando el valor de los que predicamos o promulgamos, sentimos o creemos y demostramos.
Así pues, sucede que cuando cerramos las puertas de la felicidad que sentimos a nuestra moral estamos recostando esa felicidad sobre una nada que pronto nos hará caer al vacío. Creemos que al dejar a la moral fuera del juego podremos disfrutar más de todo pero en realidad tan sólo encontraremos una felicidad vana y vulgar que nos devolverá todo lo que le demos a través de un efecto contrario, como cuando tomamos agua fría en verano y nuestro cuerpo se acalora. Y cuando después volvamos a recurrir a la moral, cosa que todo hacemos y quien lo niegue está mintiendo, nos encontraremos con una pesada y vergonzosa sensación, como una carga a la espalda, porque ésta nos confesará que la hemos dejado de lado y nos hemos encomendado a una falacia. Nos confesará la realidad y, recordémoslo, la verdad muchas veces es dolorosa.
La actualidad ha olvidado a la moral. No atiende sus necesidades desde la perspectiva que ésta ofrece. Los valores se infundan hoy en un enfoque común para todos, caracterizado por un relativismo innato, en el que conviven miles y millones de ideas y teorías, unas sinónimas y otras completa y dolorosamente antagónicas.
Esto es lo que pasa en la política actual. Las decisiones se toman pasando por encima de la moral. Por este hecho sucede que en muchas ocasiones las reformas y las medidas que se realizan para mejorar el funcionamiento de un país como sistema fallan y provocan que este se derrumbe todavía más.
Lo mismo con la economía. Cuando esta se trata de organizar de una forma inmoral o amoral, es decir en contra de la moral o sin tenerla en cuenta, nos encontramos con una serie de errores que se van amontonando en el proceso hasta llegar a ser una montaña e impedir el paso en el camino.
Además de la política y la economía, de la misma manera, la falta de moral, el hueco que esta deja, puede ser letal para cualquier ciencia o rama de este “árbol” vital. Apartar la moral de nuestro campo de juego implica unas consecuencias que están fuera del alcance de nuestras responsabilidades. Si renunciamos al cemento de nuestra base, en cuanto pisemos la quebraremos.

Cada hecho de esta vida, cada suceso, ciencia, sentimiento o emoción conlleva consigo una necesidad de moral. Un humano no puede renunciar a ninguna de sus necesidades vitales. Estaría cometiendo un ataque directo contra sí mismo. Este es el papel que juega la visible moral en cada uno de los ciudadanos de este mundo, aunque algunos traten de ocultarlo. 

Carta a Kim Jong-un


Señor presidente de  la República Popular Democrática de Corea:
Le escribo esta carta para comentar con usted la situación actual del mundo, en la cual usted está despertando en algunos países sensaciones y sentimientos como los que viven los habitantes de su natal Corea del Norte. Como todos sabemos ha querido usted mantener la misma línea gubernamental con la que su padre conducía el país. Incluso, si se me permite, ha implantado usted algo más de dureza. Francamente no estoy de acuerdo con la ideología que usted profesa, y digo profesa porque cumple e implanta a los demás sus dogmas como si de una religión se tratase. Pero no quiere basar el contenido de esta epístola en ideologías ni en política. Como se suele decir, allá cada cual con lo que siga.
Quería adentrarle a usted en unos aspectos más profundos. Encuentro la base para exponerle todo el contenido de esta presente en su propio país y los habitantes que l habitan. Déjeme que realice un poco de contexto pues no todo el mundo conoce el funcionamiento de su país. Ya sabemos todos que en su Corea el 90% de la producción se dedica a la industria armamentística y que está usted invirtiendo grandes cantidades de dinero, superiores a la realidad que tiene entre sus manos, en rearmar su país. También sabemos que la situación de los ciudadanos de su país no garantiza, en demasiados casos, los mínimos de bienestar humanitario. También conocemos todos su eterna lucha con los enemigos del Sur, a los que ya ha declarado la guerra, y contra los Estados Unidos de América. Tiene un afán de poder insaciable, señor Kim Jong-un.
Bien, espero que el lector pueda situarse mejor en el contexto de su país y su persona. Ahora quiero hablarle de esos temas más profundos que le comentaba un par de párrafos arriba. Y es que no puedo callar ni cruzar mis brazos, señor presidente, cuando infunde usted una cultura de pánico y de terror, tanto a sus vecinos como a la población mundial íntegra, con sus amenazas de unificación de las dos coreas y su programa nuclear. Está usted ignorando muchos, por no decir todos, de los derechos humanos que imperan en el mundo por encima de las fronteras de cualquier país, incluido el suyo, aunque usted no quiera comprenderlo. Y digo esto porque si lo quisiese comprender no tendría usted que gobernar a un pueblo necesitado y muy primario, como es el que gobierna.
Señor Jong-un, tilda usted a los Estados Unidos de terroristas y no ve que realmente es usted el terrorista que quiere conquistar el mundo, su mundo, a través de amenazas, hostilidades e imaginarias invasiones. Cree usted que está todo el mundo dispuesto a jugar su juego pero no es así. Se equivoca. Y, precisamente le escribo desde el bando de la luz y de la paz.
Permítame preguntarle si no considera usted un mero terrorismo el hecho de que su esposa luzca un bolso de colección de la firma Dior cuyo coste equivale al ingreso promedio anual de un norcoreano. Debo ser muy ingenuo porque no soy capaz de comprender cómo puede usted estar tan ciego ante este hecho. Sabe, conozco un versículo que dice: ¿cómo puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el mismo hoyo?
Pues eso le digo yo a usted, señor  presidente, sin remedio claro. Es usted un ciego que quiere guiar a muchos otros invidentes pero también a muchos que pueden ver. Y los conduce usted a sus mismos errores. Su pueblo es un claro ejemplo de la calidad de su gobierno. ¿Cómo puede querer gobernar otros países si todavía no ha aprendido a dirigir uno? No sea hipócrita señor Jong-un.
Pese a todo sigo pensando en usted y sigo deseándole paz para que pueda experimentar un cambio, más que necesario, en su mandato y pueda redirigir su barco. Le escribo desde una perspectiva misericordiosa, dispuesto a esperar su cambio y a felicitarle por ello. Está en sus manos tal decisión, pero tenga cuidado porque si prefiriese seguir en la línea del error sepa usted antes que no todo está en su control y no todo puede usted gobernarlo ni conquistarlo.
Un cálido saludo.
La letra pequeña,Tarragona, agosto de 2012.

La sangre de inocentes pesa

Giovanni Battista Cybo, seguramente más conocido por todos como Inocencio VIII, fue un papa que regentó la iglesia católica desde 1484 hasta 1492. Una de sus primeras medidas recién llegado al cargo fue un intento de cruzada contra los turcos pero resultó que los monarcas cristianos de la época rechazaron su propuesta, gracias a Dios.

Su obsesión principal fue siempre la brujería. De hecho inició la que se conoce como la primera “caza de brujas” en Alemania junto a los inquisidores Kramer y Sprenger. Además fue un claro antecesor de la Inquisición española y en 1487 nombró a Tomás de Torquemada gran inquisidor de España. Otorgó el título de “Católica majestad” a los reyes Isabel y Fernando tras su conquista del reino de Granada, que desde entonces pasaron a ser conocidos como los reyes católicos.

Pero su muerte fue lo más trágico de su historia. Tras un pontificado caracterizado por un clarividente nepotismo, visible en hechos como el nombramiento del hermano de su nuera como cardenal cuando este solo tenía 13 años, falleció enfermo tratando de curarse mediante transfusiones orales de sangre. El gran inconveniente fue que la sangre que utilizó pertenecía a tres niños de diez años, los cuales fallecieron con él.
Así, el 25 de julio de 1492, Inocencio VIII moría y se llevaba consigo, a parte de todo lo demás, la vida de tres pequeños inocentes. 

viernes, 10 de agosto de 2012

Cuando ganar una medalla no es la solución

Es curiosa la historia que hemos podido observar estos últimos días en los juegos olímpicos de Londres. Está íntegramente ligada al título del artículo, y es que la victoria o la consecución de alguna cosa en concreto no nos salvan de caer en otros hechos, más o menos, cotidianos.

Y si no que se lo pregunten al alemán Robert Harting. Este atleta especializado en lanzamiento de disco es reconocido por sus éxitos en el campeonato del mundo de disco, que de hecho ha conseguido ganarlo en dos ocasiones consecutivas. Además, pese a tener la mala suerte de quedarse a las puertas de las pasadas olimpiadas, llegaba a Londres como el gran favorito de su categoría, dispuesto a saciar su sed de medalla olímpica.
 
En efecto, el pasado martes Harting se afirmaba como campeón olímpico de disco al conseguir el metal más elevado de los tres, es decir, el oro. Pero, pese a ello, parece que el día no acabó como se merecía. Embriagado por la euforia del éxito junto a sus aficionados y seguidores, Harting no reparó en que alguien le había robado su tarjeta de acreditación con la que tenía acceso a la villa olímpica. Así que, finalizada la fiesta con sus amigos en la Casa de Alemania de Londres, y al echarse la mano al bolsillo, se percató de que la acreditación no estaba allí.

De esta manera, el atleta alemán tuvo que recurrir a las profundidades del metro londinense durante una hora para acomodarse y tratar de dormir, mientras gestionaban la solución de su problema.
 
Harting, habiendo ganado un oro por la mañana vio que el valor de su metal olímpico caía en pos de la necesitada y anhelada tarjeta de acreditación, la cual tenía el poder de conducirlo a su habitación en la villa olímpica. ¡Seguro que hubiese cambiado su oro por la acreditación!

La lucha del fiambre


Parece que en estos últimos días se está produciendo un fenómeno similar al de “no vull pagar” en Cataluña con el incremento de las tasas de las autopistas, con las únicas diferencias de que esta vez el espacio en el que tiene lugar la acción son los supermercados andaluces.

Entre sus murallas de estanterías y sus largos pasillos envueltos por la multifragancia de un gran conglomerado de productos diversificados, se está produciendo una auténtica “lucha del fiambre”. Según lo atestiguan las principales fuentes informativas del estado, agrupaciones y pequeños escuadrones de miembros integrantes del Sindicato Andaluz de Trabajadores (SAT) asaltan los supermercados sureños llevándose una serie de carros de compra llenos de productos.

Además en estos pequeños grupos sindicalistas se ha podido contemplar la participación de un alcalde y diputado del congreso perteneciente a la formación política Izquierda Unida. Juan Manuel Sánchez Gordillo, alcalde de la sevillana localidad de Marinaleda, participó el pasado martes en uno de estos asaltos que tuvo lugar, primeramente, en el supermercado Mercadona de Écija, en Sevilla, donde consiguieron expropiar nueve carros de alimentos básicos, y, posteriormente, el asalto continuó en el Carrefour de Arcos de la Frontera, en Cádiz,  donde extrajeron un total de veinte carros de la compra.

Rápidamente, el fiscal jefe del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía ha ordenado el inicio de diligencias fiscales por tales asaltos cometidos y promovidos por el SAT. Investigaciones iniciadas, todo cabe decirlo, posteriormente de que el ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, lo instase desde Madrid.

Sánchez Gordillo ha recibido muchas críticas desde la cúpula del gobierno, ya que éste no puede ser todavía detenido debido a su condición de diputado y la ley que establece protección para todos los aforados. El resto de los responsables han sido y serán detenidos por la Guardia Civil, según palabras del ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, indicadas en el periódica digital 20minutos. Aún así, Sánchez Gordillo Está pendiente de recibir la citación correspondiente al juicio relacionado con estos actos.

El grupo de responsable, en el cual se incluye al alcalde y diputado de IU, ha justificado los actos defendiendo que no son más que una medida de ayuda para las personas más desfavorecidas. Este hecho puede resultar lógico ya que los asaltantes tan sólo incluyeron en los carros productos alimenticios básicos.

Parece que esta vez el “robin de les bosques” ha sido cazado por las autoridades en su lucha por que el fiambre llegue a todos.

¿Será, finalmente, esa la solución a la crisis? ¿Tendremos que asaltar supermercados sobrepasando los límites de la ley y la moral?

Las diferentes vidas del tentado


Cuenta una vieja historia que existió una vez, en un pueblo llamado Arreit, un peculiar hombre llamado George  Erbmoh, más conocido como “el tentado”. George dedicaba su vida a la siembra y el cultivo de los campos que tenía justo detrás de su casa. Estos habían pertenecido a sus ancestros y ahora los recogía el como parte de su herencia.

Pero Mr.Erbmoh no era feliz. No había conseguido formar una familia con ninguna mujer y su único y verdadero amor había muerto en un trágico accidente laboral. Así que, como iba diciendo, George era una persona más bien tirando a la tristeza y la soledad. No sentía predilección por nada en concreto y le era muy fácil repudiarlo todo. Se preguntaba constantemente porqué no era feliz y que debía hacer o conseguir para obtener la felicidad.

Había días que desde su temprano despertar no hacía más que pensar en el dinero. Creía que este le daría todo lo que le faltaba y que podría comprar todo lo que se propusiera y todo lo que le faltara. Había otros días que pensaba en el amor. -¡Exacto!- se decía a sí mismo. Y creía que una pareja podría solucionar su soledad y tristeza. Al día siguiente se acostaba convencido de que lo que verdaderamente necesitaba no era más que un poco de fama y calor de la gente. Entonces anhelaba con todas sus fuerzas escribir un best seller o hacer algo que le entregase el júbilo de la gente.

Así pasaban los días del señor Erbmoh. Cierto día, ya muy avanzado en edad, un buen y, al igual que él, solitario amigo de George murió. Así que éste se dispuso a ir a la ceremonia de entierro que tuvo lugar en la catedral de Arreit. George contempló a su amigo tras la vitrina, con las manos cruzadas, y comprendió que el tiempo se le estaba acabando, de la misma forma que a su amigo. Aquel día estuvo vagando muy triste por los caminos de sus campos, como siempre sólo. Pero aquella noche ocurrió un suceso muy particular y misterioso en la vieja choza de los Erbmoh.
Mientras George dormía una especie de criatura alada se le apareció en el interior de sus sueños y, tomándolo de los brazos, lo apartó de ellos para meterlo de pleno en una historia inédita para George. De pronto la extraña criatura le soltó y George cayó al vacío. Cuando tocó suelo y consiguió ponerse en pie, miró a su alrededor y se percató de que estaba en un gran y majestuoso palacio, como jamás había visto alguno. De repente una pomposo y elegante caballero se le acercó. Se quitó el sombrero de copa que apoyaba en su cráneo y le entregó su mano fervorosamente.- Te estaba esperando- le comentó.-¿A mí?- se extraño George.-Claro. Tú eres George Erbmoh. El que muchos días de su vida se ha estado preguntando cómo sería su vida si tuviese dinero. Pues bien, déjame que me presente ante ti, posible leal súbdito. Yo soy Don Dinero. El amo de todos los corazones que penden del color de los billetes. Déjame que te muestre aquí en mi mansión cómo podría ser tu vida si te unieses a mí.- Y al instante George volvió a su casa de Arreit con los bolsillos repletos de fajos de billetes y con un elegante traje. Era el hombre más rico del pueblo. Se había comprado un palacio enorme, un gran automóvil, muchos más campos y tenía a muchísima gente que los trabajaba en su lugar. S u hogar estaba plagado de toda clase de lujos y podía codearse con las personas más pudientes del pueblo. Todas las noches montaba grandes fiestas y lo pasaba en grande. Pero al cabo de dos meses George reparó en que seguía sintiendo aquél gran vació de tristeza y soledad en su corazón y veía que el resto de la gente, cuando acababan sus fiestas, se marchaba de su casa y no se quedaba junto a él. De repente George volvió al palacio de Don Dinero y este, muy enfadado y airado le arrebató todo lo que le había dado.- No has sido fiel a mí y has antepuesto tus sentimientos y emociones por encima de todos los placeres y lujos del mundo. ¡Fuera de mi palacio!-. En cuanto George hubo atravesado la puerta una gran multitud lo recibió!
 
¡George!-gritaban.-¡Señor Erbmoh, aquí!- Montones de fotógrafos y periodistas tomando notas, aproximando sus micros, disparando sus cámaras, etc. Y detrás de ellos un gran gentío aclamando a George, el hombre que había renunciado al dinero. De entre la multitud, una joven y bella damisela rubia se aproximo a él. Vestía un elegante vestido rojo que se conjuntaba con sus magníficos zapatos de tacón de aguja.- Hola George. ¿Qué sientes al ver todo esto?- le habló con una amplia sonrisa.- ¿Esto es para mí?- comentó George atónito.- En efecto. Soy la señorita Fama y estoy aquí para darte lo que realmente mereces, puesto que has despreciado a ese insolente de Dinero.- Y rápidamente George fue alzado a hombros por la multitud y se lo llevaron en volandas.-Pero…. ¡señorita!- y Fama sonreía y saludaba eufóricamente desde detrás del gentío.

George gozó del calor de la gente. Era conocido allá donde iba. No le faltaba de nada. Firmó autógrafos, escribió varios best seller, la gente de las naciones lo aclamó y persiguió, pero en un minuto a solas, George comprendió que sus vacíos seguían estando allí y que la falsa alabanza de todas aquellas personas no le iban a curar. De nuevo, George fue trasladado a las puertas del palacio de Don Dinero, a las infinitas escalinatas y allí se encontró con Fama, que dibujaba la furia en su rostro.- ¡Me has traicionado! Te he dado lo que muchos días de tu vida anhelaste hasta enloquecer y no lo has querido. ¡Desaparece de mi vista antes de que te lleve ante mi colegue Don Marginación!

Y George bajó la larga torre de escalinatas con los ánimos muy decaídos y la oscura mirada de la señorita Fama en su espalda. Cuando llegó a la base del último escalón una hermosa mujer le esperaba con una sonrisa. Se parecía mucho a la mujer que amó tanto durante su vida hasta que murió.- Hola George. Soy Magda.- El señor Erbmoh no podía ocultar su sorpresa y su boca se abría de par en par. Su respiración hiperventilaba. No podía creerlo. Era un vivo retrato de Jane, su eterno amor.
 
Magda le tomó del brazo y comenzaron a caminar, con la sorpresa de George plausible. De pronto se trasladaron a través del tiempo y el espacio y llegaron a una casa. George leía ahora el periódico y al alzar la vista y ver a Magda, su mujer, amamantando a su segundo hijo mientras el otro jugaba al balón en el jardín, su pipa se le cayó al suelo del porche.- ¿Estás bien cariño?- preguntó muy afablemente Magda.-Eh…Sss..sss.sí-.

Los días y las semanas iban pasando y George estaba muy contento con su familia. Presumía de ella allá donde encontraba gente y se había acostumbrado a su nueva vida completamente. Pero una noche en la que Magda se fue con los niños a casa de su madre y George se quedó trabajando, comprendió que todavía seguían aquellos vacíos en su corazón, como un rastro imborrable. De repente, en un abrir y cerrar de ojos, George se vio de nuevo en el viejo porche de su casa, columpiándose en su corroída mecedora y mirando los campos de maíz de enfrente. El ser alado del inicio del sueño se le apareció y asustándole le dijo:-George Erbmoh, ¿acaso no has malgastado ya muchos años de tu vida buscando cosas que no son merecedoras de tu atención? Tu fin se acerca y no has valorado jamás todo lo que se te ha dado. Nunca has estado contento. Has preferido vivir siempre triste y melancólico, que no afrontar la realidad y disfrutarla tal y como te era dada. Tu tiempo se acaba, George, así que sólo tú puedes decir.-

Y repentinamente el señor Erbmoh abrió los ojos y envuelto en un duro frío despertó suspirando. Bajó a la cocina a tomar un frío vaso de leche y volvió a dormirse.

Al día siguiente, cuando Mr. Erbmoh despertó un alegre pajarillo cantaba en su ventana. Pero George no se enrabió contra el animal ni le empezó a asustar y perseguir, sino que se quedó, enmudecido, contemplando su belleza. Descendió al piso inferior de la casa, después de asearse, y tras desayunar salió al campo y se quedó maravillado observando la luz del sol, el color verde de los árboles y las personas pasar. Y la gente que siempre lo había conocido como “George el serio” se quedó asombrada al ver por primera vez la sonrisa del anciano.

George vivió un año más y en ese año pudo ayudar a muchas personas a comprender el lado más bello de la vida. Obtuvo mucha fama entre la gente del pueblo y pasó a conocerse como “George el sonrisas” y obtuvo mucho dinero vendiendo sus campos a un hombre que quería construir un hospital infantil en ellos. George, donó posteriormente todo el dinero a los niños de dicho hospital.

Murió el día 25 de abril de 1898 y su pueblo le lloró abundantemente. El alcalde de Arreit decidió alzar un busto en honor a él en la plaza principal del pueblo. Hoy los niños juegan en la Plaza Erbmoh.

miércoles, 8 de agosto de 2012

En pie de guerra

Vivimos tiempos vagabundos y confusos que nos marean y nos rodean con mil idea que no nos dicen nada. Tiempos que tratan de ofrecer una vida fácil y libre de sacrifico pero que realmente requiere un esfuerzo mayúsculo. Las “virtudes baratas” rigen el ritmo de nuestras rutinas. El altruismo considerado, la hipócrita caridad, el rencoroso perdón y la alegría despótica toman las riendas de nuestros carros y nos conducen por este camino de incesantes trampas afiladas y lagunas morales. Estamos en pie de guerra.
 
Un pie de guerra que se sostiene sobre muchas, demasiadas, falanges. El odio se establece cómo la primera gran guerra que impera en nuestras calles. Esa repulsión, que por cierto todo sentimos, respecto a cualquier medida o acción que el prójimo haga ha llegado a unos niveles insostenibles para la espalda de cualquier corazón. Las limitaciones físicas de los sentidos y la falta de un puro, y también controlado claro, ascetismo nos estancan en un gran lagar de odio, donde cualquier sentimiento antónimo es trinchado y remachado.  Y lo peor de toda esta guerra es el silencio. El silencio en el que la envolvemos. No seríamos capaces de mostrar todo nuestro odio hacia una persona, o quizá algunos si, pero sí permitimos que abrase todo nuestro interior quemando a su paso todo lo honesto y limpio que guardamos.
 
Tenemos otra guerra aparte del odio. La guerra de ideas y valores. Se han perdido las máximas y los axiomas. Han desaparecido. Los hemos borrado. Hoy se alza ante nuestros ojos, vacío ya de expectación, toda una maraña de ideas y valores antagónicos los unos de los otros que luchan por escalar más y más arriba en los estatus sociales y las mentes de la población. Pero para escalar necesitan extirpar cualquier competencia que pueda llegar más arriba que ellas mismas o incluso cualquier competencia que exista. De esta forma tenemos una compleja guerra de ideas, valores, sentimientos, emociones, etc., que no permiten una convivencia con otras diferentes de ellas y, así, tenemos una aniquilación masiva del respeto, la libertad y, sobretodo, la libertad de expresión.

Una tercera y última guerra, no quiero alargarme más, sería todo el negativismo conglomerado de las malas situaciones que estamos viviendo. El mundo es nuestro  hogar y lo estamos viendo caer piedra a piedra. Y lo peor de todo es que muchas veces somos nosotros quienes tiramos de las piedras hacia fuera y somos más que conscientes de ello. Las guerras físicas, las revueltas violentas, la crisis, convertida ya en guerra también, económica, y todo ese malestar que se respira e incluso tapona los ojos de todos cuantos puedan ver y sentir la situación. Esta guerra actúa, además, como base nodriza de las dos anteriores. El odio comentado en la primera guerra y la incesante lucha entre ideas y valores antagónicos descienden de sus altivas nubes de pomposidad a esta tercera guerra para nutrirse y tomar más fuerza. Engordan más sus agravios y agrandan su mala vanidad.

Seguro estoy de la existencia de muchas más guerras fácilmente plausibles en nuestro efímero imperio que es el mundo pero prefiero no sacarlas a la luz y dejarlas en su lugar. Prefiero que cada uno examine la situación y trate de verlas por sí mismo. Y cuando las vea no cruce sus brazos y siga caminando estas calles tan enrojecidas. Simplemente, que luche y que muestre una disposición y una voluntad a esta lucha. Estamos en pie de guerra. Nuestro pie de guerra. Creamos que si queremos podremos moverlo de donde está.